Aquí se viene a jugar con las palabras. A vaciar nostalgias. A comprender miradas y silencios. A compartir sin disfraces. Con seudónimo pero el alma verdadera...

miércoles, 3 de noviembre de 2010

El instante capturado en esa foto...

La imagen regresa nítida, como lo era el aire a más de cinco mil metros de altitud sobre el nivel del mar. Horas de incómodo desplazamiento en todoterreno por pistas sin asfaltar, cruzando montañas que a cada segundo ofrecían nuevos paisajes, tan poco familiares y propios de algún espectáculo de reportaje televisivo de la dos. Mejor no recordar el lugar exacto en el que se está y la sugestión no acaba por aparecer. Se hace difícil respirar y la presión en las sienes es rara. Saberse en medio de la nada y siendo avisada puntual y periódicamente de que al menor de los síntomas hay que ponerse en marcha para comenzar un descenso de urgencia resulta inquietante. Hay que dormir ahí, cuando el sol se ponga y no haya nada que hacer; cuando hayamos sobrevivdo a una cena de alta montaña, a base de deshidratados y de sopa de cubitos y pan de molde y mermeladas; cuando el frío comience y el viento -con suerte- haya amainado; cuando el día termine. Vamos, vamos a dar un paseo. No pretenderás quedarte aqui. Un valle inmenso, un altiplano entre cumbres de nieves perpétuas y el lecho de un rio gris, poderoso, limpio, esculpido en la tierra. Mínima vegetación y todas las piedras. Unas fotos, pónte contra el viento y sonríeme, anda, que siempre sales tan seria... Angustia, inquietud, preocupación. Le duele tanto la cabeza... Venga, sigamos caminando, al menos hasta esas banderas de oración, allí dónde la pagoda. El miedo instalado en la boca del estómago, que la noche será larga. Paseo limitado porque el sol se pone y la luz mengua deprisa. Nos llaman a comer, en la tienda grande y [casi sin apetito, casi con reparo] cenamos. Contra todos los pronósticos. Poco, mal, con prisas. Nos aguarda una de las tiendas y ahi el par de camas, una larga noche, dormir con la ropa y tantas mantas que moverse deviene imposible hazaña, ruidos extraños y soledades profundas, negras, acompañadas, infinitas. Mientras te sonreía feliz, en esa foto, con la piel quemada por el sol de esas alturas increíbles y nuestra larga estancia, todavía no sabía lo difícil que sería esa noche, escuchándote, vigilando, esperando...

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Si. Claro. Cómo si fuera tan fácil hacer una definición completa y, además, ecuánime de una misma a estas alturas de la vida... Creo que, por lo menos, necesitaría un fin de semana. ¿Hace? ¿Si? :)

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