Aquí se viene a jugar con las palabras. A vaciar nostalgias. A comprender miradas y silencios. A compartir sin disfraces. Con seudónimo pero el alma verdadera...

sábado, 9 de febrero de 2013

No tengo ni siquiera la oportunidad de llorar...

Son las hormonas. Son las hormonas. Son las hormonas. Tienen que ser ellas...

He salido a la calle. He hecho cosas cotidianas y reconozco que ahora han devenido excepcionales, para mi. Me he visto desde fuera, desde arriba, desde lejos. No estaba dónde quería estar [frente a un escaparate lleno de animales muertos y despedazados dispuestos cuidadamente sobre unos mostradores], no hablaba con quién me hubiera gustado estar hablando, tampoco tenía a mi lado a mis descendientes, como años antes, como cuando la vida era algo normal, había llegado a construir un entorno como el que siempre se me había dicho que era el objetivo. Lo tenía. Lo tuve. Les tuve. Hoy ya no. Ya no, como el chico de mi edad que está a mi lado, a la derecha, esperando a ser servido, abrazando con devoción a una niña preciosa de dos años, que le devuelve la devoción con besos en la barba, llena de canas pero bien cuidada. Él, hoy, tiene lo que yo tuve. Y para mi alegría se le nota por todas partes que lo valora, mucho más, quizá, que lo que yo nunca hiciera. Tal vez.

Los ojos se me han inundado y la dueña del lugar lo nota. Me conoce. Fueron muchos años de tener una vida normal. Normal. Normal. Llorar me sienta mal porque la mirada se me irrita y mi timidez se agudiza, sobretodo cuando me pasa en público. Supongo que un poco como le debe suceder a todo el mundo. Ironía... No he podido llorar. Y he regresado a casa, dejándolo todo a medias, sin hacer, como el ser más desgraciado del universo y del resto de las galaxias que aparecen de tanto en tanto. He vuelto para llorar en la intimidad de un lugar que a veces tampoco reconozco. He mirado la cama, desafiando la imperiosa y cuasi invencible necesidad de introducirme entre sus capas y no moverme nunca más. Qué mal presagio, cierto; hasta yo lo sé. No pinta bien. 

Necesito llorar y también un abrazo. Y que alguien me acaricie la espalda susurrándome que no hay de qué preocuparse, que deben ser las hormonas...

8 comentarios:

  1. Igual son las hormonas, venga descansa...
    ¡¿ Pero ?! ¿qué son estos cabellos tan desordenados? Venga déjame alisarlos, dejarlos reposar detrás de tus orejas... ¿pero? ¿cómo es posible que ahora te sonrojes?
    Venga chiquilla deja salir esas lágrimas que limpiaran nuestras almas, descansa shshsh descansa
    ¿Sabes? el otro día me preguntaba porque el color naranja tiene nombre de fruta y en cambio el limón no es un color. Es curioso, ¿no te parece? naranja, limón, fresa,... podrían ser buenos colores. Pero claro una fruta azúl, ¿um? no sé... creo que hay arándanos azules. Sería ideal para la bandera de Armenia de color fresa, arándano y naranja.
    Ay! shshsh has caido dormida encima de mi brazo ¿qué voy hacer ahora?...

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  2. Hay veces que una no sabe que le pasa. No soy de llorar mucho, aunque la procesión vaya por dentro, pero recuerdo hace ya años en Londres. Estaba 3 meses estudiando inglés, vivía en casa de una divorciada que nunca estaba, el cole estaba cerca de casa, tenía compis estupendos, me alejé de Madrid porque mi separación me estaba afectando demasiado (no por mí, sino por el h...p... de mi ex: Un domingo me fui sola a Piccadilly a comprar disco en la desaparecida (¡qué pena) HMV y comprar libros en Soho. Me metí en un restaurante a comer y mientras lo estaba haciendo empecé a llorar silenciosamente, es decir, no podía parar que las lágrimas cayeran de mis ojos mientras comía (pero sin un jipío ¿eh?, que mis lloros son silenciosos) ante la mirada atónita del camarero que se puso nervioso y se acercó dos veces a preguntarme si la comida estaba bien.
    A día de hoy no sé por qué me dió la llorera, tampoco pensé sobre ella.

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  3. TLS: gracias por la maniobra de distracción. Ha funcionado (unos segundos...).

    ISA: tampoco yo soy de llorar mucho... Pero tu anécdota me resulta muy familiar. Gracias.

    A quienes no habéis querido/podido dejar comentario pero habéis usado mi correo o WhatsApp para hacerme llegar el abrazo: gracias. Estoy colapsada intentando corresponder. Pero lo haré. :)

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  4. Solo unos segundos
    es el tiempo
    en que una mirada lo puede decir todo
    en el que un beso puede ser inolvidable
    unos segundos de distracción
    no han sido suficientes
    pero te quedaste dormida sobre mi brazo
    y no podía seguir
    no habían más colores
    o bien sí.

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  5. Las vidas normales. Yo, que he pertenecido a ese porcentaje abrumador de vida normal, reconozco el desasosiego, las lágrimas y el refugio tentador del edredón. Sé que ahora estoy al lado del 10%..., el 10%...esa inmensa minoría. Hace justo una semana calqué la escena, en este caso se trataba de un matrimonio joven y el niño pequeño era tan rubio como lo fue mi descendiente...:)
    El mantra de Cereza es bueno y funciona. Pero yo también pienso en que las hormonas son muy responsables... Vaya.

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  6. Te leo y me reconozco en alguna situación similiar...las hormonas tienen gran parte en lo que contas, te lo digo con propiedad.Un beso.

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