Aquí se viene a jugar con las palabras. A vaciar nostalgias. A comprender miradas y silencios. A compartir sin disfraces. Con seudónimo pero el alma verdadera...

viernes, 8 de febrero de 2013

Regreso y anochece...

Como dicen desde el centro de la península, este fin de semana juego en casa. El equipo está formado por ascendiente y descendientes. No es impresionante pero sí entrañable. Soy perfectamente consciente de la fragilidad de las presencias en mi vida. De la provisionalidad de las relaciones [de cualquier tipo] y de que nada sea inalterable ni permanente ni tampoco perpétuo. Miro hacia atrás y todas las cosas me confirman que ha habido etapas de una pluralidad de tamaños, con protagonistas muy grandes, muy breves, cruciales, irrelevantes. Y de todos los colores. Por esas certezas, el plan de sofá y lectura o película me parece de los buenos. Quiero confesar que mi naturaleza inquieta, fiestera y populista se resiente de todos los tiempos detenida, en modo calma cómoda. En realidad soy una inmadura infantil a quien le apetece una fiesta más que a un tonto una gorra de cuadros. Y ya se sabe que las cosas, cuando no se tienen, se quieren con toda la intensidad. Como algunas personas, aunque esto me lo han contado, porque he tenido la fortuna de tener lo que he querido. O no. Pero hoy no toca rememorar ni invocar ni pasearme por los lodos de quienes me hicieron sufrir. Hoy no. Se me amontonan otros pensamientos, distintos, a partir de las tareas que comienzan el lunes. Se acumulan los destinos que han de venir, como los años que celebrar y a veces siento un poco de vértigo, un poco de soledad, un poco de miedo. A mi nunca me han gustado los compromisos. Porque me da miedo fallar, porque no quiero fracasar de nuevo, porque tengo el alma inquieta y no puedo permitirme dejar ni un milímetro sin explorar, porque hay que intentarlo con fuerza y hay que ensayar experimentando, porque no es posible que esto sea todo, amigos y que nada se alterará en mi trayecto por el desierto, porque alguna vez habré de enfrentarme a la soledad que me paraliza [quizá por ser la enorme desconocida], porque la vida es [o resulta, en ocasiones] larga y hay que estar en forma para lo que ha de ser. No me gustan los compromisos, tampoco manchar el cristal de las copas con carmín o con crema de cacao, aunque parezca una anécdota estúpida...

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Si. Claro. Cómo si fuera tan fácil hacer una definición completa y, además, ecuánime de una misma a estas alturas de la vida... Creo que, por lo menos, necesitaría un fin de semana. ¿Hace? ¿Si? :)

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