Recién cumplida y como en ebullición, ahora que la intensidad decrece y parece que respiro, a bocanadas regulares y en calma. Sin sueños pacíficos ni jornadas plácidas porque a estas alturas no creo en los milagros, si solo creo en ti. Quisiera escribirte en otras lenguas y reprocharte que no me mencionaras en esa absurda competición de espacios escritos en la nuestra, en la vernácula. Porque yo también la extraño, aunque sea más doloroso saberla aquí y no muerta, como es tu caso. Y no sé qué es lo peor; como en la definición de soledad, la que desgarra porque estás en compañía. Así me reconocí una vez y me puse a tomar decisiones, a cambiar de vida, de entorno, de compañías y acompañantes. Porque eso de quejarse sin tomar medidas me parece ofensivo y reprochable, aunque aquí, cada un# se las componga como buenamente pueda, que ni ganas tengo de hacer críticas de ninguna naturaleza: ni para construir ni para lo contrario; con el esfuerzo que representa coexistirse con cierta dignidad, flanqueando el paso a quienes pretenden entrar de visita, sin ninguna prisa...