martes, 28 de noviembre de 2023

Dos imbéciles. Y una idiota…

Hoy se me ha pasado bastante el cabreo de ayer. De hecho casi ni lo he recordado.

El hecho cierto es que soy idiota y la vida me lo recordó seguido hace veinticuatro horas… Dos veces. El mismo día. Primero una. Luego la otra.

Y cara de tonta que se me quedó, de eso me pasa por meterme dónde no se me ha perdido nada y, desde luego, nada encontraré. Más que malas palabras o palabras altivas. 

Cara de quién me pediría que me preocupara barra interesara por este tipo, por esta tipa?

Porque, recordemos, fueron dos veces con dos personas distintas. Un él y una ella.

De hecho, ayer mismo lo archivé. Y os preguntaréis : Ja! Si lo hubiera archivado no lo estaria recordando aquí y ahora!

Pues no. He hecho esfuerzos para recordarlo y dejarlo escrito. Sí, Bea. La terapia que a ti no te funciona pero a mi sí. Escribir. Aquí.

El hecho es que, por el lado del caso masculino, la conclusión es que ya se cuidará él de su salud, que yo no pienso opinar si su vida, su estilo de vida y sus arterias son adecuadas. Viento. Y aire.

Por el lado femenino, contacto cero, que es lo que nunca debimos romper, que hay cosas imposibles de recomponer cuando se han roto. Cero. Nada. Que te vaya bien, bonita. O que te vaya bonito, nena. Espacio. Millas. Tiempo. Adios.

Y el mantra: en adelante, mona, no te metas dónde no te llaman (y no te importa lo que pase, btw)! 

Pues eso…

lunes, 27 de noviembre de 2023

Esta casa. Esta vida…

Mi amiga Vic me enseñó que vivir consiste en crear recuerdos.

Cuando seais mayores lo entenderéis.

Algún día sé que recordaré esta habitación, sus ventanales, las puestas de sol rojas de noviembre. Y esta casa, su tramo de escaleras hasta el primer piso, el suelo de cerámica y sus techos abovedados. 

Aparcar frente a la puerta, entrar directa desde la calle, el silencio y las viñas, las extensiones llanas y el enorme cielo. La ausencia de coches. 

Hoy hay luna llena. O casi. 

Y es difícil conseguir oscuridad porque no hay persianas ni cortinas. Porque no hay nada que esconder, como si fueramos protestantes.

He escuchado música y he bailado un poco. He estado un rato sola, sin angustia. Me he puesto al día de muchas cosas. 

Hoy he estado especialmente irascible.

Y he pensado que algún día echaré de menos esta casa. 

Y esta vida…

De nómadas y casas. Y otras cosas…

Leí una cosa bonita que daba consejos, que me creí. Uno de ellos era que si tienes ansiesad debes escribir. Y recordé que hacía tiempo que no pasaba por aquí.

Y aquí estoy. En cusnto he tenido un minuto.

Me da mucha pena haber regresado a la Normalidad. A dormir en cuatro camas distintas en la misma semana, a pasar el día en trenes, en coches de alquiler, en el mío propio (tiene tantos kilómetros, recién estrenado, que los del taller, en la primera revisión, me regañaron! Muy poco eco, sí…), en aviones.

Mirando paisajes. Y estos días: puestas de sol naranjas y preciosas que anuncian navidades y diciembres…

La vida es ahora igual que antes de todo eso que nos cambió la vida, que (al menos a mi) me detuvo durante meses magníficos y maravillosos.

Vuelvo a ser nómada. Y ahora tengo más casas que nunca (que no suene mal. Lo vivo bastante regular). Mi primera residencia está en otra comunidad autónoma. No digo más.

He cometido varios errores estratégicos en los últimos años. Como el de tener una casa, un hogar. Aunque estoy rectificando alguno, ahora.

Aviso a navegantes y nota al pie: el nido se vacía. De verdad.

Pienso que me siento en casa en todas partes y en todos los hoteles, ahora que vuelvo a encontrarme bien. Sin dramas, para variar un poco.

Pero vuelvo a lo de la ansiedad. Para eso escribo. Para contar que a veces me siento sola. Y mala persona por tratar los nombres de un excel como si fueran eso: nombres. Y no personas. Que se irán a la calle pronto, dónde hace tanto frío. 

Me pagan para tomar decisiones. Y para agobiarme y respirarme el oxígeno y hacerme sentir agobiada y ansiosa. Un poco como siempre. Pero peor, que los años no ayudan a mejorar según qué relaciones.

Los años desgastan. Y hacen olvidar algunas cosas…

Hablo de la soledad laboral. Por supuesto. La otra no existe, a Dios gracias. :)