Sé que un día ha de llegar. Lo sé. Siempre ha sido así, que las vidas suelen ser cíclicas. Y llega el momento en que no queda otra, hay que tomar alguna decisión, que esto no puede mantenerse, para cambiar ese algo que no marcha bien, lo que empezó estupendo y mutó a gris, rutina y/o costumbre, con el tiempo. No tanto, en realidad. No tanto. No me exageres ahora...
Cuando menos fuerte te sientes, todo se presenta imposible. Hasta te parece presentir síntomas de asfixia, definitivos, letales. Y no hablo en sentido figurado. No, no. Luego, despiertas de esa larga y negra noche en soledad [más larga y más negra que una travesía nocturna por el desierto, con sus dunas y sus oasis, palmeras y camellos, frío y oscuridad] y te das cuenta que la determinación que alguna vez tuviste [y llegó a caracterizarte] regresó y vas a poder con todo, con todo, ahora sí, porque ni siquiera después habrá remordimientos o carencias o nostalgias. Quizá los hubiera en algún momento, antes, hace tiempo, pero tú has cambiado tanto que eso ya no se repetirá. Es imposible que regrese tu fragilidad alguna vez. Y te decides, sin grandes reflexiones previas, como siempre. Esto tiene que cambiar. Y esto. Y hablas, rompes, procurando no doler. Comunicas con la frialdad de profesional del ramo y justificas, razonas, animas. Yo diría que hasta empujas, para convencer. El gigantismo que sientes tarda unos días en desaparecer pero lo hace, por sorpresa y [su ausencia y las consecuencias] se instalan en el sofá vacío. Era una obviedad que eso sucedería pero no avisa y, claro, estás baja de reflejos, que no has podido preparar ni táctica ni estrategia ni siquiera reacción. De repente tu vida es distinta, ha cambiado casi todo, con ese pequeño [gran] gesto que perseguía alterar rutinas y costumbres. Quisiste y lo conseguiste, como no podía ser de otra manera. Siempre tan precipitadamente, tus movimientos. Como si los actos propios no tuvieran consecuencias. Para ti. Porque para l#s tercer#s ajen#s que recibieron el notición de forma sorpresiva [y sorprendente, como tú misma] no aciertan a comprender nada. Quizá permanezcan a la espera, atentos, como si presagiaran [¿necesitaran?] un regreso y algunas horas de conversaciones dando explicaciones infinitas. Que es lo que sucede cuando se trata de tratar lo inexplicable e incomprensible.
Y es que no. Una no puede ir pensando en cambiar de vida, ni temiendo el día en que la decisión será tomada, sin largas disquisiciones, valoraciones y hasta reflexiones. Si me apuras.
Apúrame, pues. Se nos acercan épocas de cambios...
¿Sirven? Las largas disquisiciones, valoraciones y reflexiones, digo. ¿Sirven?
ResponderEliminarSeguramente, no vayamos ahora a presumir que te conozco, seguramente has tenido que tomar decisiones de consecuencias más o menos dramáticas y dime, ¿ha servido todo lo que has pensado sobre ellas? No lo podemos evitar, pero llegado el momento y no importa de lo que estés hablando, la situación adquiere su propia vida, unas respuestas son esperadas y replicadas y otras nos descolocan totalmente y al final todas esas palabras quedan flotando en nuestra cabeza, regresando una y otra vez, como invocadas por una fuerza desconocida contraria al olvido y opuesta a la tranquilidad, pero nuestra, somos nosotros quienes las traemos. Y es que nunca se gana algo sin perder algo a cambio.
Merece la pena. Rotundamente si.
Al diablo, si hay que pelear, pues a ello, que para mañana es tarde.
Beso.
No, creo que no sirven.
ResponderEliminarBeso, circunspecto.