No valoramos nada. Solamente vivimos y nos entretenemos en tantas cosas que no podemos darnos cuenta de que estamos viviendo.
Llevo un dedo de la mano izquierda con una férula. Ya me dirás... Y resulta que tengo dificultades en escribir, en comer, en conducir y molestias para dormir, ducharme y vestirme. No quiero ni preguntarme cómo se organizan la vida quienes no tienen algúna extremidad. Porque sé la respuesta. Te organizas hasta que lo extraordinario deviene costumbre.
Se ha repetido, movimiento a movimiento, la escena de la muerte de mi propio ascendiente. Hace ya veinticinco años y quién lo diría. Y me está costando salir del shock. Sé que no estoy tan mal como otros, me consta, pero me cuesta. Igualmente.
Todo se replantea, despacio, buscando nuevos lugares, rutinas distintas, costumbres exrañas.
La vida cambia en un segundo. No tengo nada que ver con la persona que escribió el post previo. En serio. Crecimiento de una coraza algo más gruesa, recubrimiento de una pátina de tristeza. Distinta...
Porque la vida cambia en un segundo, tú lo has dicho. Sí valoramos las cosas, señorita Sparkling, del mismo modo que no podemos pasarnos el día pensando en la fragilidad de todo, tampoco podemos estar pendientes de todo lo que tenemos y podríamos no tener. Vivimos.
ResponderEliminarTienes permiso para quejarte. Te lo digo en serio. Quéjate, por Diosa, produce un efecto liberador. El dolor que uno padece es siempre el más intenso y no te consuela que el de los demás sea mayor, porque ese dolor no te duele.
Aprendemos. Nos hace más fuertes, pero pagando un precio, esa tristeza, y resultamos mejores, nos hace entender muchas cosas.
Buena mañana.
Beso, curativo.
Y el rastro que en nosotros deja esa tristeza es lo que nos diseña la expresión...
ResponderEliminarBonitas palabras, las que has escrito. Gracias.
Beso, de chocolate.