martes, 31 de marzo de 2009

Demasiadas interrupciones a media infusión...

Nunca los días son iguales. A veces. El de hoy ha sido como nuevo y mezcla de revivido, siempre con matices. He pasado la mañana paseando [ya sé que llueve desde medio día pero no íba a nivel de suelo] con quien hubiera podido ser el hombre de uno de mis fines de semana. Sabemos que no ando tras los compromisos y que hay gestos y detalles que me desarman. Un acento sudamericano y la imaginación al vuelo. El motivo del interés: quizá saber que la esposa aguarda al otro lado del mar o que lleva encima cuatro largas semanas de ausencia, en viaje... Quizá tarde tres minutos en olvidar el encuentro y saber que la mente descansa obediente en algún otro lugar todavía inexistente.

Todo cambia. Incluso dentro, en el cada día. Cambian ellos y hasta desaparezco yo, que nunca más seré como antes de la herida que alguien me profirió y todavía desconoce la magnitud del daño, la existencia de la ofensa, la sensación bajo la piel. No siempre aparecen lágrimas, a veces por pereza se abstienen. Otras, porque nadie me enseñó a llorar. Y me seco, sin miedo...

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