Una se sienta aqui un lunes de julio y la cabeza le cuenta cosas, igual que el cuerpo mullido de esfuerzos poco ordinarios. Así se amontonan las ganas de cambiar entornos y romper rutinas y se busca un objeto de interés poco habitual y se topa una y otra vez con alguna fantasía que ya fue desechada hace algún tiempo. ¿Y si fueras tú...? Pregúntatelo, anda. Quizá no estés tan confundida...
Siento que los brazos pesan y cada vez que los muevo para encontrar algún papel, el boli, un expediente de los que pueblan mi mesa, me veo a mi misma bajo un maravillosos sol de justicia sujetando una desbrozadora con la que el entorno de la casa queda para disputar un Open cualquiera. Creo que ninguno otra actividad de las que hago en esta vida me satisface ni tanto ni de igual forma. Es una debilidad. Si alguien va a casatigarme por actos u omisiones, pensamientos o acciones, por favor que no me impida cortar la hierba.
Recupero libertad provisional, esta noche. Porque solo serán unas horas. Pero unas horas que en mi mente cunden como si fueran meses. Y proyecto y planeo y pienso en escribirte y decirte que me digas a la cara todas esas palabras bonitas con que amenazaste un día y callaste por saberme ocupada, como algunos servicios públicos. Anda, atrévete. A veces me siento valiente y fuerte y no me da miedo el resultado de una traición y solo me mueve lo nuevo, lo extraordinario, el riesgo.
Nótese que hoy no hablo de recuerdos, ni de tiempos vividos, ni de ganas de regresar a la última de las mejores historias de mi vida. No. Hoy esto es un desafío, grande, en mayúsculas, un reto. Y me pongo frente a ti, con las piernas ligeramente separadas y los brazos en jarras, flexionados sobre mis caderas. En posición desafiante. ¿Tendrás lo que habrías de tener?
Creo que tú tampoco.
Estoy en época de esperar respuestas, de percibir pequeños movimientos y adivinar, trazos indelebles apenas perceptibles a la vista. Hay que tener una agudeza auditiva de la que yo ya carezco, a pesar de oir demasiado bien.
Tengo la piel tostada y el alma inquieta. Tengo pendientes tantas cosas y la paciencia se me acaba. Soy implacable conmigo pero será mucho peor contigo. Dime ¿sabes suplicar?
Sonrío. Porque de alguna manera tengo que demostrar que no estoy nerviosa. Y miento.
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