Ciento ochenta entradas y no abandono en el empeño, a pesar de la ausencia de éxito.
Hay días como hoy en los que lo mejor es abalanzarse sobre el teclado, ponerse cómoda y dejar que los dedos trasladen pensamientos, sin rumbo. Ni objetivo. Un poco de transpolación de la existencia, si se observa con detalle. Proyectos y planes, sí. Pero cuidadosamente seleccionados, como si fueran frutos en época de recolección y la frase un mero eslogan. No hablo de peces ni de pescados, que en catalán tendemos a confundir ambas palabras, como si fueran lo mismo.
Llaman de lejos, después de mucho tiempo y la ilusión se va tras la decepción, que solo persiguen un favor que, además, puede traducirse a moneda de curso legal. Me desagradan, en general, los abusos. Y cuando me tocan de cerca, todavía más... No me importa si soy o no normal, en ese aspecto.
Dicen que ya vamos siendo mayorcit#s para vernos forzad#s a hacer o dejar de hacer. Hace mucho que no es mi caso, aunque no haga tanto que soy mayor. Y tampoco eso me importa.
Yo no podría vivir sin sol. Lo digo hoy, que el cielo está nublado, los suelos mojados y las temperaturas comienzan su descenso implacable e inevitable. Lo digo hoy, si...
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