A veces la muerte te susurra al oido y, con la impresión, te dejas arrastrar, relativizando y hasta contextualizando. Te sientes mínima y frágil, sola como en el desierto por la noche, con el frío de las estrellas y los temores a los ataques de los animales desconocidos, casi siempre pequeños, como tú. Ni siquiera las palabras abrigan esa desolación extraña que se padece cuando se proyecta un nuevo presente con esa ausencia, ese agujero, ese no existir y, lo peor de todo, el para siempre, sin excepción, el nunca más. La muerte es idéntica a una pérdida absoluta como cualquiera de las que tengo en listas mentales, de ausencias y desapariciones, de nostalgias y silencios. Por eso Rabindranat decía lo que dijo, en una frase que se me grabó en el alma de adolescente impresionable y que no he olvidado, como ha sucedido con otras tantas [frases, digo]. Frase [sí] verdadera donde las haya, imprescindible, reiterada y hasta revisitada.
Entre tristezas y miedos escribo, esta tarde. La tristeza de la separación, la lejanía de nuestras distintas geografías y el enorme espacio que se instala entre mi y mi universo, poblado de seres a quienes necesito y quiero volver a ver. El miedo que siempre me visita antes de marcharme, el temor a no regresar y que sean otr#s quienes reciban el susurro de una muerte en el oído, con la intimidad de la sorpresa. No me da miedo volar y, sin embargo, me tiemblan las manos cuando escribo estas frases inconexas...
La muerte siempre nos pilla a contrapié. Comparto un miedo parecido al tuyo, el de vivir otro susurro de esos en la distancia, te hacen plantear pasados, tiempos no vividos o perdidos y presentes, pero... The show must go on.
ResponderEliminarUn abrazo enorme sparkling.
Los tránsitos son difíciles...
ResponderEliminarMiedo al miedo compañera.
Cada vez estoy más seguro que la inmortalidad
ResponderEliminarestá en los recuerdos de los demás.
Pero volveré en los recuerdos que tengas,
por favor no olvides
guarda solo los buenos.