Comienza un mes y se vacían las agendas con el fin del anterior. Paréntesis con espaciosy sin ganas. No me sienta bien dormir seguido y ando todo el día entre tropiezos, físicos, verbales, emocionales. De pronto estoy cómoda aqui y me prefiero en otros lugares. Veo turquesas por todas partes y me siento como sin aire por dentro. Agotada por haber resistido todo el ejercicio a pesar de la falta de entrenamiento y mis ausencias continuadas. El mundo envía palabras amables por escrito y me sonrío, a solas en el nuevo despacho que he retomado, una vez acabó el proyecto que nos reconvirtió en el equipo que somos. Ellos sin afeitar; ella, impecable. Se me acercan el vuelo, el blanco, el sur e intimidades de reducidas dimensiones, como despedida de la temporada que tal vez no vaya a finalizar ahora pero que ya dejo atrás. No me gusta quejarme de cansancios pero voy a hacerlo en bajito, porque se me caen los párpados y prefiero no levantarme para no ser vista. De momento, ha regresado el orden y todo parece bajo control aunque eso nunca se sabe. O, al contrario, ya se sabe que en cualquier momento llega la sorpresa en forma de respiración contenida, batería de preguntas, semblante circunspecto y el consabido papel que [gracias a Dios] siempre falta y queda pendiente. Tiempo para prepararse para lo que ha de venir, para pensar en el siguiente paso, para ordenar ideas y pasar a la acción...
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