En una noche como esta, con fuertes ráfagas de viento y nieve en las montañas, pienso que me gustaría encontrar la manera de estar presente de algún modo, en la distancia, y hacerte compañía; no sé, quizá retirándote el pelo de la cara de tanto en tanto, escucharte largamente y en silencio o acariciarte el dorso de la mano mientras estamos en el sofá, a esta hora, tú leyendo y yo impidiendo que pases paginas con la derecha, entre otras caricias; no me pregunto las razones pero siento que por esta vez quemaría los kilómetros y aparecería en tu casa, solo para que comprendieras que mejor no empujemos a la vida y que la dejemos marchar a un ritmo distinto del nuestro, el que es solo suyo. En cambio, a veces pienso y me entretengo en un imposible de tratar de averiguar en qué lugar de entre todos pensarías para pasar unas horas teniéndonos enfrente, entre platos, cubiertos y algunas copas. Y hasta cuántas horas me serían asignadas en una agenda copada de citas y actividades. He dejado de creer en los esfuerzos personales y hasta en mis propios méritos, así es que una piensa que ni va a conseguir nada en esos terrenos ni siquiera que lo merezca. Pero eso es otra historia, que no forma parte de la tuya, de esto evanescente, frágil, intenso y breve, además de otras tantas cosas que me hacen pensar que hacia tiempo que no vivía algo similar ni tan divertido, aunque ya se sabe que en esto de las historias nuevas se quema mucha adrenalina...
ay la pasión...
ResponderEliminarYa sabes, cereza...
ResponderEliminarPor cierto, no puedo comentar en tu blog si no es con ordenador fijo. Una rabia!!!:(
que lindo! pasaba por aqui!
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