Elegimos una película alegre porque ya todo es bastante difícil. Y nos metemos en "Dos madres perfectas", que es la versión en español del título original, que he usado para este post. No hay spoiler. Pero qué belleza: de mar, de bahía, de casas, de mujeres y de cuerpos jóvenes... De ojos azules y de gotas de agua detenidas en pieles blancas. Y cuánto sufrimiento y la ética y la moral cuestionadas. Esas relaciones de amor invencible en las que la diferencia de edad se ignora como banalizando para que estalle de pronto delante de la cara.
Intento adaptarme, jugar con las cartas que me han repartido y hacer todo lo que puedo para no morirme de añoranza, descolgar el teléfono y avanzar. Ser consecuente y dejar de parecer una mujer de armas tomar, en mi fragilidad evidente, mis propias necesidades y todas mis preguntas y dudas.
Todavía me crujen las cervicales disparando fotos en un contra picado perfecto a ciento ochenta grados, con rosas rojas y blancas, o lavanda, sobre un fondo azul intenso y límpido, al fin de edificios que son flechas y símbolos y recuerdos y nunca se olvidan. Como algunas experiencias. Como algunas personas...
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