viernes, 11 de julio de 2014

El beso...

Yo creo que tengo ganas de besarte. Por primera vez. Y que en uno de estos momentos, cuando te desconcentres y te evadas, apoyada en una pared blanca o quizá gris, tu cabeza se quedará presa entre mis dos brazos, alargados en paralelos y con las palmas apoyadas. Sorprendida de repente y con movilidad reducida. Pura entrega. En ese espacio, en un momento, nos miraremos a los ojos, sin hablar, un poco de rato, entre nervios y me acercaré lentamente y me esperarás y tardaré porque, ya se sabe, la primera vez tiene que ser de no olvidar. Solo acariciaré tus labios, ningún otro contacto. Todos los sentidos concentrados intensamente. Es probable que decida dibujar el perfil de tu boca y que temblemos de pies a cabeza. Y que te dejes hacer, entre sorpresas y reacciones lentas, por lo inesperado del momento, del acto, del sentimiento y de todas las sensaciones. La mente proyectando lo que será después, imaginando cómo tendrá lugar el siguiente movimiento. O cuándo. Porque todo será fugaz como un cruce de miradas o la caricia involuntaria o el descubrimiento del calor de tus manos, que sorprende. Agradable. Imprevisto. Reconfortante...

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