lunes, 28 de julio de 2014

Gas a tope...

Siempre me ha gustado la velocidad. Cuando tengo algo entre manos, incluso caminando y corriendo. Me gusta la sensación, el viento en la cara, el riesgo. El galope largo [a pesar de lo violento que resulta], apurar las curvas en moto y dar gas justo cuando recuperas la visibilidad, el descenso en pistas no muy inclinadas, el crowl y la braza, los volantes. Ayer, cuando el sol bajaba en lo que en mallorquín se llama "s'hora baixa", elegí una buena carretera comarcal y poco transitada, llena de curvas. Una puesta de sol naranja como lo son los rizos de Fred, digna de una de sus fotos. Bajé las ventanillas y los remolinos comenzaron a desordenarme el pelo. Sonaba muy alto una canción francesa, luego una italiana. Muy alto. Nadie en la carretera, estrecha. Gas. Modo S. Las dos manos sujetando fuertemente el volante a las tres y cuarto. Gas. Viento. Música. Luz. La mente en blanco. Diez kilómetros. Curvas. Me fijé un momento y vi, por primera vez en ese círculo de colores que queda frente a la cara, un poco debajo, el número 181 en cifras digitales y blancas. Llegué al final del recorrido, una carretera nacional. No podía seguir así que, gesto rápido en el volante, giro impecable de 360 º [había mucho espacio] decidí rehacer el camino, repetir el trayecto, darle más gas, más que en mi primer trayecto [que había sido casi de reconocimiento] regresar por dónde había venido. El coche [sucio de ir lleno de gente la noche antes por carreteras de barro después de una tromba de agua el sábado] necesitaba un poco de alegría para ir despertando. Y yo, en modo insurgente y rebelde, un poco de riesgo. Y aquí estamos los dos, a pesar de todo...

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