miércoles, 6 de agosto de 2014

Calidez, risas y alegría...

Disciplinada y obediente. Cuando quiero y me apetece. Es sencillo seguir instintos e instrucciones si no te sientes con fuerza, todo te da igual, nada importa. Ocho u ochenta. Hasta los catorce ochomiles que nunca voy a subir porque no me interesan. Qué más da? Pues en estos momentos sigo al pie de la letra los consejos, previsiones y predicciones. Aunque por eso me llamen snob, algunos. Y me dejo llevar. Como lo hacía esta mañana dulcemente el agua del río helado contra mis lumbares mientras tomábamos un baño gélido, entre gritos y carcajadas. Como infantiles. Niñas grandes o señoras chicas. Ninguna aparentaba mis cincuenta, con franqueza.
 
Las cosas fluyen sin querer y así, con el consejo a cuestas, aparto todavía con furia todo lo viejo, lo antiguo y abro puertas y ventanas para que tenga cabida lo nuevo, lo fresco, lo auténtico, lo confiable. Con unas ganas que te mueres de cambiar, cerrar etapa, volver a creer, volver a querer. Sobretodo, seguramente. Esperando impaciente e ilusionada lo que entra tímidamente en forma de planes, en modo cariño, en promesas de futuro. Cómodo, fácil, hasta demasiado. No te propones nada y de pronto te encuentras entre abrazos estrechos, estrechos, de los de verdad porque son los de siempre. Risas y sonrisas de complicidad. Esa pequeña parte de responsabilidad que una siente por alguien a quien quiere desde siempre... Por quien te arranca sonrisas tiernas porque despierta alegría e ilusión.
 
Y un acuerdo tácito de compartir, tantas cosas. Simples y sencillas, como un encierro en un salón para tener un fuego y huir de la ciudad y del frío, sin más promesas ni pretensiones. Un futuro simple y todo lo demás...

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