Sábado distinto, calmado. Visualizo un vídeo en FBK, de esos que sensibilizan el alma, por alguna causa social. Sigo chequeando redes e informándome hasta con retraso de noticias y datos que han quedado pendientes, incluso de toda la actualidad del día. Salgo a la calle y el viento frío me rompe la cara, como más de uno querria, supongo. Hago aquello que no suelo hacer pero que me entusiasma, por parte de padre. La luz es espectacular y el cielo turquesa. Pienso que hace demasiado frío para pensar siquiera en hacer ejercicio outdoor. Entre largas conversaciones telefónicas que me acompañan, me llevan, me guían, me siguen discretamente, me voy cargando de objetos, paquetes y bolsas. Arrastro con dificultad todo el peso y me doy cuenta de lo mal que me va para los hombros, para la columna, pero me apetece enormemente dedicarme a cocinar. Llego con cierta dignidad a la portería, descargo y vuelvo a salir, ya sin peso. Abro mi billetero y saco todas las monedas que me cargaban el bolso, con la mano derecha, sin contarlas, pero perdiéndolas, casi.
En la esquina, una anciana, sentada en el suelo, tapada con una manta finísima y un cartel autoexplicativo: 'Estoy sola y necesito ayuda'. En mi calle, en mi barrio, en mi ciudad. Esto no es Calcuta o una favela brasileña. He sentido vergüenza al pasar por delante cargada de alimentos y de cosas prescindibles. Sé perfectamente que una persona sola no puede cambiar las cosas del mundo. También conozco el negocio que hay montado altededor de la pobreza. Pero tengo el profundo convencimiento de que cada uno, si quiere, puede empezar por introducir pequeños cambios en lo más próximo. Y rápidamente me he sacado del bolsillo la mano llena de monedas y una sonrisa cálida que pretendía transmitir calor. Las he volcado en su gastado vaso de cartón mientras la miraba a los ojos desde arriba y le contaba, bastante tímida, que había roto mi hucha, para ella.
Su sorpresa, su expresión y su gratitud son indescriptibles, aquí. Aunque escribiera mil doscientos posts no sabría transmitir mi tristeza ante sus profundas arrugas, sus ojos tristes y hundidos, sus manos congeladas y su actitud derrotada y desesperada. Hay días en los que la vida me da náuseas...
La soledad y el desamparo son muy tristes, sí que dan náuseas. Pero tu gesto, si ese gesto y otros muchos, como simplemente hablar con alguien que lo necesita en un momento determinado, se uniera al gesto de otros muchos, seguro que algo cambiaría, al menos para alguien que se siente insignificante.
ResponderEliminarUn saludo.
Si todos nos uniéramos podríamos conseguir cosas, aunque pequeñas, no te parece?
EliminarGracias por pasar, por leer, por escribir. Bienvenida.
quizá ya lo has hecho, quizá ya lo has pensado... pero por qué no buscas una solución para ella, baja, pregúntale qué pasado, cómo y por qué ha llegado ahí, qué puedes hacer o piensa qué puedes hacer, quizá ni sepa leer o no pueda o no sepa buscar la información, quizá con un par de llamadas, un par de mails, un par de visitas a algún organismo público o semi-privado tenga fácil solución... no lo sé, habrá que preguntarle... hazlo, anda.
ResponderEliminarpd. espero que no te moleste el comentario ni creas que te estoy dando lecciones o metiendo dónde no me llaman, no lo pretendo... quizá no debería comentar pero creo que el fin justifica correr el riesgo de ser malinterpretada.
Hola Bea,
ResponderEliminarGracias por tus ideas y por compartirlas. Tomo nota.
Hago lo que puedo y siguiendo tus sugerencias la buscaré... Hoy no estaba... No suele estar, en realidad. Pero no importa. El gesto es elmismo sea quien sea el destinatario, supongo.
Gracias por la visita (que no puedo devolver porque no hay link) y por escribir. :)