lunes, 8 de junio de 2015

Prejuicios tremendos...

La reunión se ha alargado muchísimo. La siguiente empezaba antes de una hora. Pero tenía que comer algo razonablemente sano. Que no fuera envuelto en plástico azul y blanco, al menos, como últimamente. He hecho la oferta de irme a un pequeño restaurante del pueblo al que suelo ir porque sirven deprisa, me sonrien y me trae recuerdos de buenos momentos. Íbamos a ser tres pero una se ha descolgado, la que hace jornada reducida por maternidad. La comida, agradable, entre charlas, revisión de lo hablado en la reunión, discusiones sobre el dress code para las próximas 48 horas que compartiremos y el cansancio que compartimos desde lapaliza del viernes. Risas e incertidumbres. Está lloviendo, nos cuenta la dueña del local, mientras me cuenta que este mes hará dos años que se divorció de su marido porque estaba liado con una clienta. Menuda plancha, mi pregunta, pienso. Y ella me da pena porque suelo solidarizarme con mis pares...

Ibamos tarde. He tomado la calle que he recorrido quizá dos mil veces, sin exagerar, despacio, como siempre, comentando y riendo, mirando a mi copiloto y haciendo planes, como siempre. Aunque hoy estaba especialmente tensa, ella, y no sabía explicarme la razón...

El golpe ha sido seco, imprevisto, ruidoso. Y mi volantazo ha provocado un trompo que ya hubiera mquerido para sí Serviá o Sainz en su época y que nos ha dejado a centímetros de una pared, en perpendicular, tras el consabido latigazo, ocupando la calzada. Me he deslizado, con el freno a tope, dibujando una circunferencia cuasi perfecta, habiendo perdido por completo el control del vehículo. Y el del tiempo. Cómo estáis. Cómo os encontráis. Lo siento, no te ví. Ni al coche ni al ceda. Debía ir distraído. Siento haberte hecho perder tanto tiempo, causarte tantas molestias.

Joven, marroquí, empleado explotado en una de esas enormes cadenas, que no se sentía muy bien y regresaba del médico, de estar un par de días en casa de sus ascendientes. Todo riesgo con franquicia y van aecharle del seguro. Me ha dado una pena auténtica y verdadera pero era imposible disimular el tipo de golpe que ha provocado.

Unos segundos eternos...

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