lunes, 21 de diciembre de 2015

Hoy hablo de la perfección...

Hay que caminar, sencillamente. Inevitable pensar en la perfección, en lo que descartamos, queda atrás, no interesa, incomoda, presiona y/o molesta. No es tan sencillo, en realidad. Hay quien habla de un diez por ciento. Esas serían las opciones reales de dar con un alma gemela, similar, compatible, que coincide. No es mucho, claro. Pero pensando que este planeta está poblado por algo así como más de 7K millones de seres humanos, la cosa mejora. Te puedes poner positivo como los protones rápidamente, nerviosa como la cola de una lagartija despegada del resto del cuerpo o contenta como a quien le informan que los tratamientos funcionaron y no hay presencia de células malignas. Si, sería algo así... La felicidad, digo.
 
Los caminos se llenan, a veces. Se vacían, otras veces. Se hacen acompañada, como miles de pequeños gestos nos recuerdan a diario. Hasta te vuelves outsider en alguna ocasión, porque de tanto retener el aire, las palabras y los gritos, explotas un poco y tratas de quedarte con lo que no se debe guardar. Quieres soledad, simplemente. Y así nos luce el pelo, cuando no encontramos nuestros propios papeles. Pero eso no es lo que importa, en realidad. Hay que mirar hacia adentro, suavemente, para disponerse a estar en condiciones más que aceptables hacia afuera, y retomar el camino.
 
Nos fallarán las fuerzas. Tendremos dudas negras como cuevas. Daremos pasos hacia atrás [a pesar de lo que dijera el Ché]. Lo observaremos todo con algo de desconcierto. Nos regeneraremos. Acabaremos por encontrar razones y motivos e ilusiones en cualquier rincón, sobrándose, como esparcidos. Y todo continuará plácidamente porque volveremos a ser la persona fuerte que somos, la superviviente que hemos creado con los años, la imperfecta...

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