sábado, 26 de marzo de 2016

Los recuerdos, las oportunidades y los viajes espirituales...

La ropa conserva recuerdos. Incluso la ropa. Hasta ella. Cerca de los olores, el picante, un poco de viento, luz tenue de un teléfono a media noche bajo las sábanas, las manos frías y las ganas de volver a hacer el amor. El turquesa de un mar en verano, los aviones, recibir canciones y oír tu voz. Vivir consiste en crear recuerdos y, cuando no estás, crear pensamientos y también acaban por recordarse.

Podríamos decir que la felicidad está en revisar los recuerdos felices, regenerarlos, actualizarlos y hasta mejorarlos. Porque algunas veces la vida [lo que sea que lo provoca, porque quizá sean las energías y el pensamiento] da nuevas opciones, segundas oportunidades, otra posibilidad, que hay que enfrentar con la responsabilidad de recordar lo que no fue bonito, para no reproducirlo. Otras veces la vida, los pensamientos, las energías te muestra personas interesantes que deciden pasar de largo, no instalarse contigo, ni caminar a tu lado.

Y es que la vida, al final, sabe por qué razón viene y va la gente, suceden las cosas, regresas o sientes el impulso de huir deprisa a romper con todo en el otro extremo de nuestro universo. Me siento expectante, reactiva, sorprendida e improvisando. No trazo planes [me resulta inevitable soñar con mi verano y con eso me entretengo, mucho; pero poco más], no espero gran cosa [con no salir despedazada y el corazón muerto ya me conformaría, por ejemplo], he dejado de juzgar aunque mantengo el criterio y la opinión, que procuro dar sólo si soy preguntada, y he recuperado la ilusión y la sonrisa.

Este viaje espiritual está siendo difícil, con mi cruz cósmica al hombro, pero productivo. Me está costando construirme, nueva.

Cito de memoria a Silvia Munt en algo que he leído en alguna parte, porque me pareció muy acertado: "de las grandes crisis salen personas muy interesantes". Creo que a mi va a dejar de interesarme media humanidad. Toda la que no ha pasado este proceso. Y francamente: no me importa si me llaman soberbia o prepotente. Con lo que me está costando esta travesía, la opinión de los demás [una vez descubres esa soledad subdérmica que te acompaña todo el tiempo, la de cuando nacemos, la de cuando morimos...] ha dejado de ser relevante...

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