domingo, 13 de marzo de 2016

Silencios, abrazos y besos, dulces...

Hay silencios que estallan en la cara, cuando la casa se adormece y sus habitantes se esconden en sus rincones. Porque cuando la casa se vacía y sólo quedas tú, todo es mucho peor. Llega el tiempo de los miedos, los peores pensamientos, los escenarios más terribles, todo lo que nunca sucederá, la quietud y un poco de desesperación, que se entremezclan y se lanzan algunos gritos.

El silencio se incrusta, también. Y se cuela por todas partes y no existe sonido que llene un poco de algo. Tú ni estás ni vendrás, así que el universo muta en desierto y mi sonrisa muere para dar paso a una extraña mueca que se me instaló hace meses en las facciones, sin avisar, cuando abandonaste mi vida.

Pienso, en silencio. Y trato de trazar planes, sin oir ni escuchar lo que nadie dice, para llenarme un poco y pensar en ese más allá que necesito y me conviene definir para que todo esto tenga algún sentido. Leo y escribo. También grito y trato de liberarme de todas las tensiones que tengo instaladas desde el cerebro hasta algo más abajo de mi mitad.

Ando falta de abrazos, algunas caricias y de que me revuelvan el cabello, con esa dulzura tuya, solamente. De los besos que no doy ni recibo ahora solo puedo decir que también me faltan, intensamente...

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