lunes, 21 de marzo de 2016

Todo a medias, menos las lágrimas...

Entre la improvisación más salvaje y la parálisis por análisis, me quedo con el punto medio. No se debe empujar ni forzar porque la realidad es que el alma te lleva y el corazón manda, muy por encima de la mente y los planes trazados con regla y cartabón. Hay miles de condicionantes, limitadores e incapacitantes, cientos de motivos, razones, excusas y hasta pretextos. Y al final del camino: tú. Frente al espejo, en los párpados cerrados, a solas contigo. Tú. Tuteándote, a solas, en cualquier lugar. Sin opción a escaparte de ti misma.

Esta época es la del abuso de mirarse hacia adentro, dicen. También lo es de incertidumbres, por ejemplo.

Me gustaría olvidar el día que me fui de excursión para hacer mi última bajada en rafting, en un río que discurría entre frondosas montañas verde oscuro, apenas gente, sonidos de pájaros y caricias disimuladas. Me gustaría no haberlo recordado, entender por qué ha regresado a mi para proyectarme a otro lugar, muy parecido, hoy, en el que suceden cosas idénticas y se siente lo mismo. Me gustaría no saber pensar, poder borrar la memoria, los recuerdos, las vivencias. Me gustaría que las lágrimas me dejaran en paz, no tener nada que sentir con este corazón apisonado, incapaz de gestionar más sentimientos, bloqueado...

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