miércoles, 16 de marzo de 2016

Viviré disimulando y no se me da nada bien...

Fingiré que no está sucediendo y, por tanto, que no existe. 
No voy a pensar en ello, en nada. Ni un segundo pequeño.
Tampoco imaginaré las cosas que pueden estar sucediendo. 
Las risas, los besos, las caricias y la intimidad. 
Disimularé que eso puede doler, siquiera un poco. 
Haré ver que ni va conmigo ni me afecta, que no hay nada más que libertad, elección y voluntad. Y que contra eso nadie puede hacer nada, nadie debe intervenir. Solo cabe fluir, a merced del viento y de las mareas, esperar. Y desesperar un poco.

He ido tomando mis decisiones, pequeñas y cruciales, para construir caminos honestos, para no bajar la mirada ni verme obligada a hacer lo que el alma reniega, para no ir contra mi propia esencia, mis creencias. Sin ser fácil, ayuda. Siendo complejo, libera. Determina, probablemente. Y demuestra que hoy soy diferente de aquella que fui. Algo más disciplinada, acaso. 

Disimularé mal, como siempre. 
Procuraré entretenerme y no pensar.
Meditaré para no conseguir dejar la mente en blanco ni concentrarme todo el rato en mi respiración.
Haré todo el deporte que sea posible y sudaré toxinas y respiraré oxígeno mucho más puro que en la ciudad.
Leeré libros que hablan de canalizaciones y cosas nuevas, difíciles de comprender, buscando respuestas y explicaciones plausibles a preguntas que aún no tengo.
No viviré en cuenta atrás para no saber que todo puede cambiar. 
No recordaré. No extrañaré voces ni el contacto ni la comunicación contínua y el hilo rojo que une.
Y me llenaré la cabeza de pájaros, ideas y teorías [nuevas o no] para que no se note que tengo el corazón al aire y el alma hecha jirones, sangrante y en carne viva...

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