lunes, 11 de abril de 2016

Patrones de conducta...

Estoy revisando patrones de comportamiento, en esta época de mi vida en la que puedo mirar hacia atrás con una perspectiva amplia. Objetivamente lo he venido haciendo siempre. Ahora hablo de concluir y valorar cómo se comporta la gente conmigo y cómo eso influye en mi propio patrón de conducta, en mis reacciones y en mis consiguientes reglas.

Me he dado cuenta, por ejemplo, de que me alejo de quien me apartó una primera vez. Y una segunda. Explicaciones peregrinas que justifican el alejamiento en evitación de su sufrimiento, con independencia del mío, claro está. Gestiono muy mal los abandonos y los apegos. Esto ya era sabido y contra eso me encuentro haciendo grandes esfuerzos ahora, precisamente. Y, paradojas de esta época de mi vida, con eso me voy desayunando alguna que otra vez.

Huyo de las personas que huyeron de mi, también. En el caso que me vino a la cabeza, literalmente salí escapada de la casa de alguien que había amagado con escapar y a quien el primer fin de semana coloqué las llaves de mi coche frente a su expresión enfadada, a media noche, señalándole la ubicación del parking y liberándola de la tortura en la que se había introducido por causas que ni recuerdo ni tenían mucho que ver conmigo. Estábamos lejos y le cedía mi medio de transporte. No me importaba. Como casi nada ahora...

Hay mucho ego enorme y suelto, por ahí. Y desconocido y mal gestionado. También hay mucho capricho regalado [y personas caprichosas, evidentemente], algo de tiranía y egoísmo.

Por todas las partes implicadas, que yo también me incluyo y trato de comprenderme y saber por qué me condiciona tanto lo que otros hacen de mi, conmigo.

Lo que de momento he decidido no admitir son los insultos. En esa dinámica ya no juego. Puedo entender miles de cosas: el tirón nostálgico, el miedo a lo irreversible, la llamada de atención y de emergencia, cuando la soledad estrangula, el enfado y la frustración ante las expectativas, los reproches consiguientes. Pero el respeto es básico y la educación se da por supuesta, como el valor en la guerra. El diálogo, incluso el silencio, es preferible a un "vetealamierda", por ejemplo...

No está resultando nada fácil eso de Garriga y conjugar el verbo amar con el adjetivo bien. Qué difícil encontrar el equilibrio, la confianza, la ilusión, el respeto, la pasión. Todo junto, en la misma persona, como en el chiste. ¿Verdad?

1 comentario:

  1. Verdad. Mucho has dicho..., que lo sepas.
    Estás escribiendo mucho y bien.
    Voy a leerlo otra vez y ya van tres.
    Es verdad que hoy ando espesa...
    :)
    Un beso, S.

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