Se me acumulan las cosas, las emociones y las experiencias. Algunas se repiten. Y mis hormonas tienen exceso de trabajo. Finalmente había decidido dejarme caer hasta el sur, sola y empuñando el freno y el gas. Pero el tiempo tiene otros planes para mi. Malditasea.
Aplicaré aquello que he aprendido de condicionar mis planes y no decaer cuando algo sale diferente a lo programado. No hay expectativas, por lo que no hay frustración. Sucede lo mismo con las personas. Por eso estoy tan distante en estos últimos tiempos raros, que ni yo misma me reconozco.
Y ahora toca mi fase más egoica, introspectiva y ostrácica. Ese modo que me asusta y paraliza a partes iguales, al que me tenía que enfrentar tarde o temprano, a pesar de las distracciones que aparecen en el trayecto y con las que me entretengo, sin perder el foco, ese foco angustiante. Era consciente. Lo sabía. Al final no puedes ir contra eso que nos empuja. Es inútil.
Es curioso cómo repito patrones. Como atraemos siempre lo mismo. Y repetimos, como si no supieramos que será divertido y difícil, todo a la vez. Y te acabas enfrentando a tragos que en realidad querías evitar, a toda costa. Y fracasas...
Ayer oí la primera golondrina en la ciudad. Ese vuelo veloz y desordenado. El sonido de mi adolescencia preparando examenes finales, a media carrera. Cuando todo cambió y empezó. Escucharlas otra vez me hace sonreir con el emoticón de la mueca torcida. Con nostalgia y pena. Pienso un poco en mi ascendente y le rindo un secreto homenaje, le brindo un recuerdo. Y todo sigue, como hoy...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No serás de l#s que creen que intimido y por eso no comentan nunca, ¿verdad? :) ¡¡Venga!! ¡¡Anímate!!