viernes, 20 de mayo de 2016

Poesía, distancia, cultura y un destino...

Me llaman demagoga. Y filósofa. A mi me gusta hablar de poesía, que es el verbo sinónimo de "acariciar en la distancia", eso tan complejo de sobrellevar que es solo para valientes, para comprometidos, para fuertes y, sobretodo, generosos. Es momento para la reflexión y el silencio, para mirarse dentro y a los lados, omitir la toma de decisiones importantes y, simplemente, dejarse llevar. Flow.
 
Hoy es el día de las invitaciones, la cultura, los conciertos y la poesía. Todo se concentra, como suele ser habitual. Y pienso que en mi alma es día de arena fina, blanca o dorada, de mares azules y olas suaves, nada de viento, mucho sol. De dejarse caer y hacerse hueco sobre la toalla o el pareo, de abrir los brazos en cruz y con las palmas hacia arriba, después de haberse agotado persiguiendo una bolita de color flúor con una pala en la mano, de haber sudado y de haberse hidratado con una clara o una copa de vino. Blanco. En ese escenario solamente cabe el blanco. Lo siento. Es que lo habéis probado poco. Al tiempo.
 
Tengo un próximo destino. Quiero despedir mi fin de año particular en un lugar en el que tengo que ir antes de morir. Por muchas razones. Por nostalgia. Por hallazgo. Por coincidencia. Por tributo. Vuelven las ilusiones. Despacio. Serenamente...

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