Demasiado sin pasarme por aquí. Lo sé. Y lo he pensado. Pero en ocasiones lo mejor está reñido con lo posible y es preferible y recomendable guardar silencio. Callar. Lamerse los pensamientos y quedarse a solas, con heridas y alegrías. Qué año tan intenso, por Dios... Cuánto cambio... Tantas oportunidades...
Un par de motivos de peso me empujan aquí, este lugar especial, de nuevo. Algunas presiones y sugerencias bienintencionadas, que agradezco, junto a cierta nostalgia personal por acudir a vaciarme. Es terapéutico. Siempre lo fue. Y ha sido de tanta ayuda...
Y, por otra parte, un agradecimiento especial a quién está dedicando horas y horas de su vida a leer íntegramente este blog. Desde las entradas más nuevas hacia atrás, pacientemente, constante. A largos sorbos, me lee. Desde el centro de la península y desde el noroeste del país. Depende de los días.
Gracias de verdad por el tiempo y el interés. No puedo decir otra cosa más allá de lo que siento.
Es curioso el ejercicio que me hace vivir, ese hecho extraordinario. Entro en los post a través de los cuales deja el lugar. Y así revivo episodios de mi misma que han sido olvidados, nuevos ahora, desconocidos. Me remueve y revuelve, me preocupa no recordar rápidamente quién hubo detrás de la inspiración o la excusa para escribir. Siempre he tenido tan mala memoria... Me hace pensar.
Y la curiosidad lo mata todo porque me gustaría saber qué le produce a alguien que no me conoce leer historias impersonales, abstractas, sin alusión explícita al sexo o identidad de los protagonistas de mis cuentos de hadas y de príncipes y princesas, reales a veces o no.
Mientras tanto, sigo construyendo nuevas vidas a marchas forzadas, viendo cómo cambia mi suerte, todo huele a verano por fin y tú y yo nos planeamos intensamente...
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