Creo que cada año por estas fechas escribía un post sobre el regreso de las golondrinas. Como el poeta pero en prosa. Ensalzándolas, evocando las mañanas de hace cien décadas estudiando a contrarreloj abundantes folios manuscritos que hacían montones de muchos centímetros frente a mi. Costaba horrores dar la vuelta a una sola de las páginas y darla por aprendida... carrera de fondo...
Las golondrinas se instalan en lugares saludables, dicen. Anidan allí dónde las crías pueden prosperar. Escucharlas fuera, en el campo, es felicidad y gratitud. Han regresado. Han vuelto a decidir que somos espacio franco para el reposo
Desde hace poco, me crispa enormemente escucharlas en la ciudad. Así, sin explicación. Quizá porque las oigo desde otro lugar, tal vez porque son otras, distintas a las que siempre escuché y, como cuando catas un vino, sabes que hay diferencias. Con las personas sucede igual, verdad?
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