Un lugar pequeño en el que hacer movimiento amplios y lentos, asegurando equilibrios imprescindibles. Enorme humedad en todos los tejidos, incluso en el corazón. Sonidos, olores, música familiar. Paisajes rojos y azules, turquesas y cielos imposiblemente estrellados, con una luna postllena que sigue seduciéndonos.
Lugares sin concurrencia porque este año nos hemos adelantado, en resta de presencias y alguna novedad. Estamos y regresamos, a lugares en los que nunca antes estuvimos, mientras creíamos que lo habíamos visto todo. Nunca es así, en realidad.
Hay que dejar excusas para volver. Para ir. Para mostrar algún lugar, para que nos lo muestren. A veces, apetece moverse. Otras, incrustarse en casa y callar.
Inasible, me dijiste. Libre e inalcanzable.
Y es que la soledad es peligrosa, adictiva. Después de descubrir la paz que hay en ella ya no quieres lidiar con la gente. Me han dicho que lo dice Carl Jung. Y les creo. A los dos...
Llega un momento que es mejor dejar la lidia para las jóvenes. Ahora mejor caminar.
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