domingo, 12 de abril de 2020

Siempre es 15 de agosto a las 13:50...

Sigo fascinada, activa y feliz. He implantado nuevas rutinas y mi cuerpo me las va recordando, a medida que las necesito. De manera automática e inesperada. Son gestos simples y complejos, fáciles y terriblemente poco apetecibles. Depende. Pero soy disciplinada y me ayuda cumplir pequeños hitos. Los grandes también. Siempre he sido de trabajar para conseguir las cosas que me he propuesto. No me ha servido nunca arrimarme a alguien importante, influyente o con la vida solucionada. No me interesa aprovecharme de otros para conseguir lo que atrae mi interés o mi atención. Y, por idénticas razones, quienes lo hacen me parecen seres muy poco interesantes.

Tengo una novela entre manos que ayer me regaló esta frase: "lo bueno de la memoria es tratar de no recordar; es selectiva". Extraída de contexto permite que cada cual la aplique a lo que más le apetezca. Libertad absoluta. En mi caso, muy mío, tan mío, elijo la parte que se refiere al olvido. Vivir es crear futuros recuerdos. Y añado: vivir consiste en saber qué y a quién olvidar. También cuándo hacerlo. Para siempre.

Están los inconvenientes, los impresentables, los maleducados. También nos topamos con farsantes, payasos, vividores y aprovechados. Hay más especies, pero no me propongo catalogarlos, como las obras de arte o los edificios antiguos. Pues de todos esos que se nos cruzan hay que sacar lo bueno, quedarse con ello y barrer de la memoria el resto, al resto. Olvidar influjos, influencias, tiempos mal invertidos. Y a seguir adelante. Al final, todo aporta...




lunes, 6 de abril de 2020

La felicidad en tiempos de confinamiento...

Esto no se lo esperaba nadie, aunque los astrólogos sabían que algo enorme y global iba a suceder, sin poder ponerle nombre porque las señales que interpretaban eran nuevas e impredecibles. Y acertaron.

No hago pan (todavía). No bajo al río a lavar sábanas ni muelo trigo. Pero estoy feliz en mi confinamiento, largo y extraño, sorprendente y útil. Los días vuelan por la ventana, duermo mucho y socializo, quizá más que nunca. La creatividad está disparada y va a la misma velocidad que mi cabeza.

Como predijeron, regresan personas del pasado y es un clásico que me roben sonrisas. Siempre he sido nostálgica y melancólica, así que ese gesto (el de reaparecer) me despierta ternura automática. Lo cierto y verdadero es que le veo la parte buena a todo este cambio de vida, que me ha dejado en tierra de varios aviones y algún tren, hasta quién sabe cuándo. Y me adapto, aunque haya momentos bajos, como en la mayoría de las casas de aquellos que no se pasan el confinamiento por debajo del arco.

Saber que todo está en orden y todos quienes me importan (mucho) a buen recaudo es una enorme paz, aunque la incertidumbre de lo que nos espera después sea como un gigante negro, con pelo y babeante que se tambalea sobre nuestras cabezas. Esto está sacando a la optimista que llevaba escondida media vida bajo el disfraz de realismo. De hecho, tengo el convencimiento de que todo irá bien. Y que yo me iré bien lejos de aquí...