Sigo fascinada, activa y feliz. He implantado nuevas rutinas y mi cuerpo me las va recordando, a medida que las necesito. De manera automática e inesperada. Son gestos simples y complejos, fáciles y terriblemente poco apetecibles. Depende. Pero soy disciplinada y me ayuda cumplir pequeños hitos. Los grandes también. Siempre he sido de trabajar para conseguir las cosas que me he propuesto. No me ha servido nunca arrimarme a alguien importante, influyente o con la vida solucionada. No me interesa aprovecharme de otros para conseguir lo que atrae mi interés o mi atención. Y, por idénticas razones, quienes lo hacen me parecen seres muy poco interesantes.
Tengo una novela entre manos que ayer me regaló esta frase: "lo bueno de la memoria es tratar de no recordar; es selectiva". Extraída de contexto permite que cada cual la aplique a lo que más le apetezca. Libertad absoluta. En mi caso, muy mío, tan mío, elijo la parte que se refiere al olvido. Vivir es crear futuros recuerdos. Y añado: vivir consiste en saber qué y a quién olvidar. También cuándo hacerlo. Para siempre.
Están los inconvenientes, los impresentables, los maleducados. También nos topamos con farsantes, payasos, vividores y aprovechados. Hay más especies, pero no me propongo catalogarlos, como las obras de arte o los edificios antiguos. Pues de todos esos que se nos cruzan hay que sacar lo bueno, quedarse con ello y barrer de la memoria el resto, al resto. Olvidar influjos, influencias, tiempos mal invertidos. Y a seguir adelante. Al final, todo aporta...