La conozco desde hace treinta años. Qué barbaridad. Hemos hecho nuestras vidas y nos hemos ido reencontrando en diferentes etapas, muy distintas [nosotras, las etapas, las vidas]. La última vez que la ví quizá hace ya unos seis años. Seguro que más porque calculo mal los tiempos. Pero y qué? He vuelto a verla hoy y he hecho cierta la frase de que no importa el tiempo que pase porque si hay amistad es como si los años fueran días.
Es una mujer muy atractiva, interesante, equilibrada. Ha estado llevando una vida ordenada, saludable y con un estres moderado, retirada en un pueblo del sur de Gran Bretaña. Bicicleta, macrobióticos, reiki y meditación. Hoy, de vuelta a mi ciudad por razones que diré, ha tardado en abrirme la puerta de un lugar que no es su casa. Ha tardado casi un minuto, entre bromas y palabras en voz baja. Yo tenía miedo y estaba preocupada, se me ha hecho largo. He tenido que esforzarme y sacar de su escondrijo a la actriz que no llevo dentro para que no se me notaran las entrañas revueltas cuando he vuelto a verla. Un centímetro de pelo, mal contado, de intenso color gris. Pero lo peor ha llegado con los abrazos. Podía darle la vuelta con facilidad a sus 47 kilos, su tez amarillenta y esa expresión inevitable de todos los que reciben quimio (ellos la llaman QT), el miedo escrito en sus caras.
Me había pedido que le llevara un obsequio especial, dado que come cosas raras, raras, como ella dice, no bebe vino y tampoco dulces. Quería mi tiempo y abrazos fuertes. He buscado alguna floristería abierta pero he fracasado y la tienda biológica que hay debajo de la que ahora es su casa no me ha convencido, por mi ignorancia.
Hablar con ella durante un par de horas y sin distracciones ni interferencias de la Vida, la Muerte, nosotras, el futuro y las ilusiones, de las figuras paternas y maternas, el pasado, de las parejas, el tratamiento, su pánico y su soledad no me ha dejado indiferente. Tengo demasiado fresca mi última pérdida y ella ahora se parece demasiado físicamemte a quién perdí hace menos de un año. El primer abrazo me ha transmitido lo mismo que una estatua de mármol blanco, por ejemplo. Igual que sus ojos. Como ella...