Aquí se viene a jugar con las palabras. A vaciar nostalgias. A comprender miradas y silencios. A compartir sin disfraces. Con seudónimo pero el alma verdadera...

miércoles, 23 de marzo de 2022

Tratado sobre el coqueteo...

El coqueteo es adictivo. 

Y letal.

Lo digo porque yo misma viví enganchada e instalada en los vaivenes de los flirteos en algunas etapas de la vida. 

Así que sé bien de lo que hablo.

Aquí mi Tratado sobre el coqueteo. 

De nada.

Lo conozco, decía, y lo reconozco en cuanto lo huelo porque me regalaron traiciones a espuertas, sin diques ni contenciones. Hice un gran Máster en la capital de España y en otros lugares de la geografía nacional. Un tiempo que se hizo largo. Y negro.

Tú estás ahí, entregada a una relación, como si fuera la única y la mejor de tu vida (como sucede con casi todas), cual estúpida con gafas de sol  mientras la otra parte contratante está de rositas inflando su ego y secretando hormonas de la felicidad sin filtros ni límites.

Ni por asomo te lo imaginas. Por supuesto. Imposible que te vuelva a pasar, claro. No a ti. No de nuevo.

Porque el coqueteo puede ser por acción. Pero también por omisión. Por dejarse hacer, por no poner límites, por ir siguiendo y contestando cada una de las llamadas de atención.

Se reciben mensajes velados, detalles y fotografías, frases inspiracionales, recuerdos, peticiones un poco tontas sobre servicios o personas de contacto. Necesidades creadas y forzadas. Tonterías, sí, a las que una no puede por más que contestar, porque obviamente somos educadísimas. Y estamos cuando se nos necesita. Faltaría más y hombre por favor.

Y esos toques de atención se repiten, se sistematizan, se reiteran, toman forma, ganan su lugar. Y lo okupan. 

Porque la otra parte contratante insiste, tiene algún interés especial y va a por él. Como haría cualquiera que quiere algo. Aquí tenemos que estar de acuerdo todas.

Eso, por supuesto, va en paralelo a la relación que estés manteniendo con tu pareja oficial, a la que amas, con la que quieres estar, solo con ella, nadie más. Ya. ¿Alguien cree eso? ¿de verdad? ¡vamos!

Pero te vas dejando llenar, invadir, ocupar, distraer y atraer por la tercera (o terceras, así, en plural). Es inevitable. Por persistente. Por habitual.

Y no hay peligro, no pasa nada, es una amiga, pobre, está sola, necesita tal y tal, lo ha dejado con su pareja, está triste, una mala época,...

Y a ti te cuesta tan poco devolverle la alegría o la felicidad, ocuparla, entretenerla, que se sienta mejor. ¿Verdad?

Y tú, con cada gesto, con cada mensaje, secretas más oxitocina y menos cortisol. El bienestar está asegurado, para las dos (o más partes) mientras la pareja oficial se difumina cada día un poquito más, imperceptiblemente. Y se aleja de la relación, cada día un poco más, sin avisar ni darse cuenta.

El coqueteo es un gustazo. Porque te necesitan. Porque eres útil. Porque se convierte en una razón de vivir. Porque le dedicas más creatividad a ser interesante fuera de tu relación que a la propia pareja, que se va quedando en un rinconcito, ahí, instalada, sin molestar. Y cuando habla le dices que está loca, que es una celosa, que qué tontería, que nadie quiere nada, que es lo normal... 

Luz de gas? manipulación? autoengaño?

Pues no sé. Porque depende del caso.

El riesgo es que el coqueteo no es compatible con una relación. Especialmente cuando la pareja no sabe, cuando no le cuentas, cuando es un compartimento estanco (esos que yo adoraba, como recordaréis las fieles de este lugar), cuando se convierte en un poco un secreto. Un morbazo.

Ahí está el límite.

Si no compartes es que escondes. 

Y si escondes engañas.

Lo escribo con la cabeza alta y nada que esconder. Quizá por primera vez en la vida.

Y con una sonrisa en medio de la cara. 

Porque llegar hasta aquí no ha sido fácil...


martes, 22 de marzo de 2022

Barcelona...

...escupe, aparta, aleja, expulsa y te hace sentir que sobras, molestas, no cuentas ni importas.

No lo niego. Aunque ame esta ciudad, desde la más profunda inconsciencia.

Supongo que nos pasa en las grandes ciudades y en esta época de terribles tristezas.

Pero esta tarde, de pronto, en una de sus calles, sin esperarlo ni imaginarlo, ese olor.

He salido volando, he ralentizado mis pasos, he dejado de escuchar a quien me hablaba, me he ido a otro mundo, a otro tiempo y un lugar distinto.

Me ha sorprendido y costado reconocerlo. Luego he cerrado los ojos, como si así pudiera olerlo mejor.

Ayer empezó la primavera. Esta tarde he olido de nuevo y por primera vez desde hace mucho, mucho tiempo, el azahar...

La confianza...

Dicen que la confianza sube por las escaleras y baja por el ascensor. En un nanosegundo.

Pienso en lo dificilísimo que es recuperar la confianza perdida. Por cualquier motivo: el desgaste, el abuso, la repetición, los silencios, la falta de lucha...

Construirla, aunque no es fácil, va surgiendo e incluso fluye. Pero de pronto, una sola gota rebosa el vaso, se disparan todas las alarmas, te agotas y simplemente desconfías.

Y eso es tristísimo, feísimo y muy desgastante.

jueves, 17 de marzo de 2022

Veo y subo...

Veo el post de ayer y lo subo a epidemia de gripe en mi tierra. Y en que es mejor no relacionarse ni hacer ejercicio por las calles.

Ayer cancelé una cena de Navidad. Multitudinaria. La verdad es que no me interesan los contagios, ni sentirme mal/peor de lo que me siento.

Muchas cosas se ralentizan y están indefinidas, con lo que a mi me gusta ir rápido y avanzar hacia los objetivos. Modo desesperación on. A veces.

Y no puedo empujar más, ni apretar, ni presionar. Simplemente porque hay cosas resistentes a la procrastinación generalizada, que escapan de todo control.

E la nave va.

Me instalo en aquello de que "si no sucede es que no es para mi". O que "hay algo mejor". O que "saldrá otra cosa", "otra casa".

Pero ni yo misma me lo creo. 

Soy más de pájaro en mano...

miércoles, 16 de marzo de 2022

El fin del mundo...

Unos apuntes...

La pandemia. La economía en retroceso. El paro. La estanflación. La invasión de Ucrania por Rusia. Tres millones de refugiados a 2.800 kilómetros de casa. El aire enveneado por arena del Sáhara y otros metales pesados. Las bolsas y las criptos con una inseguridad imprevisible. El oro que no es refugio. Y ahora un terremoto en Fukushima, con alerta de tsunami.

Si no fuera verdad parecería una broma... O un guión de serie B...

jueves, 10 de marzo de 2022

De mi madre. De mi padre...

Hoy llamaría a mi madre. Y hablaría largamente con ella. Es probable que la llevara a comer a un sitio bonito, cerca del mar. Y que acabara proponiéndole lo que deberíamos comer, que la sorprendería y le encantaría. La imagino sonriendo y mirándolo todo, a nuestro alrededor. A alguien debo haber salido para distraerme siempre con el movimiento ajeno.

Tengo tantísimo que contarle, que se ha venido acumulando durante estos años, que creo que no me bastaría con una sola cita. Pienso que trataría de alargarlo y quedarme con ellamás tiempo, más días. Para vivir cosas tan bonitas como una conversación frente a frente entre platos, copas y cubiertos, recibir sus consejos y sugerencias, escucharla pedirme que baje el ritmo y aprenda a descansar de una vez por todas, hablarme de la vida y la muerte. Para instalarme entre sus brazos, como cuando era niña y la buscaba para que me quisiera.

No pasearíamos, porque su movilidad era un poco limitada por una operación de tobillo y ella muy digna. Tampoco me preguntaría cosas, que siempre esperaba a que fuera yo quien le hablara, para evitar que saliera huyendo de situaciones comprometidas. Cuando me acorralan, huyo.

Pienso en mi padre. Hace tantos y tantos años que no está que he dejado de contarlos, no le recuerdo en movimiento y se me borran sus facciones. A veces miro su fotografía, para redefinir su nariz, su cabello, sus profundos ojos azules, su sempiterna sonrisa y su bigote. Le recuerdo fumando cigarrillos rubios ingleses, encadenándolos. Y haciéndome reír, con un humor fino de la misma procedencia que la de su tabaco. Que no sé de dónde pudo haberlo sacado.

Hoy va de padres. Y de recuerdos. De orfandades mal disimuladas y de nostalgia de abrazos poderosos, de los que transmiten seguridad, confort, paz y tranquilidad.

Hoy iría de lágrimas. Pero, en realidad, estoy demasiado contenta y demasiado arropada como para permitírmelo...

miércoles, 9 de marzo de 2022

Post obligado [y muy triste]...

Hay posts que una escribe por inercia, por soledad, por ganas, por aburrimiento. Seguramente, por otras cosas.

Y luego está este tipo de post, que una no querría tener que escribir nunca, que son obligaciones vitales, que son homenaje.

Y es que sí. Hoy me han dado una noticia por teléfono y todavía no puedo creerlo.

Aneurisma cerebral, súbitamente desplomada después de tomar el último baño del día en una cala desierta de Menorca, hace dos veranos. En brazos de su marido, que solo podía pedirle auxilio al viento porque ahí no había nadie que pudiera ayudarlos. Definición de horror, ¿verdad?

He colgado y he comenzado un viaje a nuestra adolescencia. A nuestras salidas en motos casualmente gemelas pero de diferentes colores. Nuestros tesoros, nuestra libertad. A nuestras discotecas y al whisky con limón de entonces. A los bares, a los ligues, a las tardes de lluvia escondidas en cualquier parte. Al tocadiscos y a sus hermanas, a mis padres. He vuelto a la humedad de esas montañas y a los mosquitos que se incrustaban en el pelo camino a casa, de noche.

He vuelto a su piel finisima y blanca, a su pelo liso y a sus risas. Nuestras bromas, los veranos y algún fin de semana juntas. Era dulce y bondadosa, poco habladora, algo insegura y buena escuchadora. 

Y últimamente nos habíamos limitado recíprocamente a nuestros contactos por redes. Escasos, insuficientes,

Sí. Quedó un café por tomar en una próxima cita que, sin duda, hubiera tenido lugar de no ser por la maldita pandemia. Que nos ha silenciado y distanciado a todos más de lo que querríamos siquiera reconocer.

Creo que me lo creo tan poco que soy capaz de llamarla algún día para quedar con ella, ahora que soy incapaz de recordar cuándo fue la última vez que nos vimos. Y dónde. Se me ha borrado todo.

Tengo la suerte de que sonrío al visualizarla. 

Aunque se me llenen los ojos de lágrimas...

martes, 8 de marzo de 2022

Rebeliones...

[Mucho tiempo de silencio. Lo sé. Resumo:]

Días grises. De rebeliones. De cambios y precipitaciones [no hablo de meteorología]. Por tanto, de ansiedad y algo de miedo, aunque disimule ser una valiente. Que no soy. Que nunca he sido.

Días de cvosmos revuelto, de caos desordenado (se lo he copiado a Sofía, que ha vuelto y todavía habla de María "Aveces", como si la vida no hubiera ido circulando, más allá; qué sorprendente, todo) y de protesta y de llamadas y conversaciones con las manos entrelazadas, entre caricias.

También son días de llamadas de seguimiento en la distancia, para ayudar a curar, para difuminar decepciones, para disimular traiciones inesperadas. De ella nunca lo hubieras dicho. Y sin embargo. Guiño para Vic.

Además de todo eso, días de pensar en huir para reconstruir y reinventar, ahora que parece que tenemos licencia para soñar y millones de personas, de todos los pelajes y colores, lo hacen en la paz de sus casas. O en la guerra. Qué pena, con lágrimas.

Y, por fin, días felices e inciertos pero con una certeza fija. Ella. Nosotras. Todas sus cosas bonitas y lo que ha de sobrevenirnos. Aquí. En nuestro nuevo lugar...

Aquí está todo...

Acerca de los datos personales

Mi foto
Si. Claro. Cómo si fuera tan fácil hacer una definición completa y, además, ecuánime de una misma a estas alturas de la vida... Creo que, por lo menos, necesitaría un fin de semana. ¿Hace? ¿Si? :)

Por si se pierde algo...

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