El sofá se convierte en un barco pirata. Me rodean, como suspendidos en algún elemento, todos los objetos necesarios y me siento náufraga, como si flotáramos en la imagen final y trágica de la película Titanic. Hace el mismo frío, existe idéntica oscuridad y nadie se me lleva a ningún lugar. Visibilidad nula. Duermo a ratos, tapada con una manta. El sol no me da en la cara pero sigo teniendo frío. Es una tarde larga y eterna, que se une a una noche poco reparadora a pesar de la química, con entradas y salidas, la cabeza ida, el corazón latiendo lento, las constantes vitales de alguien a quien van a inducir un coma, imagino. Respiraciones cortas y superficiales, de tanto en tanto. Hipos discretos y pequeños, como un recordatorio del disgusto más reciente, que se une a los anteriores, que suma. Algunos suspiros sueltos. Apatía, astenia y anorexia. Ira, furia, enfado. Un poco de miedo, también. Bueno, un poco no: todo.
Porque asusta saber el poco control que en realidad tenemos sobre nuestra vida. Porque nos creemos muchas cosas que no son reales ni ciertas, como por ejemplo que tenemos tiempo y que podemos detenernos a pensar, a no ceder, a dejar transcurrir nuestra pequeña y mísera existencia, ahora que sabemos que ni siquiera somos alguien o que el orgullo y la dignidad sirven para algo, a cualquiera. Lo cierto es que a veces una no da pasos, ni mueve ficha, ni nada parecido por un miedo atroz o por vergüenza, a pesar de tener claras tantas cosas y muchas certezas. Igual hay que seguir adelante, sin grandes elecciones, así que quizá importe pero no sea posible intervenir, más que dejándose llevar, lo cual es, por sí solo, una decisión y una elección.
Parece que todo se está cumpliendo, que, sin saberlo, sigo una hoja de ruta que me traslada de shock en shock y me incapacita. Y me invalida bastante. Decido esconderme en el rincón de pensar de los asustados y no salir al exterior, a la superficie. Miré al sol a la cara y me dio miedo. Pensé en salir a correr o caminar largamente y no me vi con fuerzas. Valoré sacar a la Bestia al exterior y marcharme un poco lejos y me visualicé debajo de un camión. O así. Así que no. Nada. Aquí estoy. Mejor de lo que podría pensarse después de todo porque de casa ya vengo con la conciencia tomada de que nada es eterno...