Y me asaltan dudas y miedos y hasta vergüenzas. Incluso los "What if..." de turno se deslizan por mi mente, aunque trato de dar respuestas a todos, deprisa, con firmeza. Esto no puede seguir así, porque simplemente no puedo seguir resistiéndolo, ni siquiera quiero resistirme más.
Ha sido todo tan rápido que, al abrir la puerta, me encuentro a Shen frente al mostrador revisando unos papeles. Su próximo cliente, deduzco. Me acerco por la espalda y la sorprendo con un improvisado y tímido "¿Podemos hablar un momento, por favor?".
Con las dos manos abiertas y con las palmas hacia arriba, Shen me señala el camino hacia una pequeña sala, anaranjada y de luces tenues y olor a sándalo. La música es la de siempre. La expresión de su cara es una mezcla de sorpresa, curiosidad e impaciencia. Me pongo muy nerviosa y reconozco los latidos de mi corazón en la garganta pero arranco, improvisando:
- Shen... perdona pero necesito hablar contigo...
- No me llamo Shen... Lawan. Mi nombre es Lawan. En mi país significa "bella"...
Precioso nombre para esa mujer, pienso.
- ¿Y tú? ¿cómo te llamas tú? - Me pregunta con una media sonrisa y algo parecido al interés.
- Me llamo Anna. También es muy común aquí.
Sonreímos mientras cruzamos la mirada y nos observamos, con curiosidad, como si ninguna tuviera prisa y ahí fuera no hubiera nada que hacer. Nunca.
Shen guarda silencio y con la mano derecha me retira el pelo de la mejilla, acomodándolo detrás de mi oreja izquierda. No sabe que es imposible que aguante ahí más de tres segundos y repite la operación, riendo en voz baja, divertida, consciente de que el gesto lo llena todo y que a mi me ha cortado el discurso y la respiración. Me mira de frente. Directamente a los ojos, por primera vez. Me ruborizo y bajo la cabeza para no ser descubierta pero sigue riéndose, ésta vez de mi. Está alegre. Se le nota. Mucho.
Balbuceo algo parecido a un "Shen, de verdad, tengo que hablar contigo... Yo no puedo seguir así..." que suena entre súplica y ruego.
Y Shen se levanta y me toma la cara con las dos manos y, también por primera vez, me besa muy suave los labios, me mira y suspiro. Es imposible, imposible. Me desespero.
- Shen, por favor...
- Dime, dime... Perdona...
Pienso que se defiende muy bien en nuestro idioma, a pesar de tener un dulce acento oriental.
- ... es que desde que te conocí no puedo dejar de pensar en ti, Shen... No dejo de pensar en ti. ¡No puedo!
- (...)
- ... y necesito saber si esto es normal para ti o hay algo distinto, si puedo verte en algún momento fuera de aquí, si sólo yo voy a volverme loca... Hablaba en voz bastante baja pero desesperada porque la situación empezaba a escaparse de mi control.
- Anna... ven, acércate... Me abraza con cuidado, dejando que mi mejilla repose sobre su pecho, que recupere la respiración y me serene. Me acaricia el cabello, la cara y me aprieta contra sí para retenerme, moviéndose ligeramente como si quisiera hacerme dormir.
Se incorpora y me levanta con ella, sujetándome por los antebrazos y sus manos, como danzando, suaves y algo frías, me rodean la nuca y acompañan mi boca hasta la suya. Otra vez. Los besos me envuelven toda y me promete algo así: "Anna, te voy a hacer la mujer más feliz del mundo... ven...".
Y ya es imposible seguir hablando con ella...