Es curiosa, la vida.
¿Verdad?
No te das ni cuenta, te das la vuelta y de pronto es toda nueva y transformada.
Parecen gestos pequeños.
Imperceptibles, de los que vas haciendo sin pensar ni valorar como lo que son: grandes pasos, cuando haces la suma.
Y así se da el caso de que vivo en otro sitio, tengo un nuevo lugar de reposo y otro despacho.
Puede parecer nimio.
Y en realidad es una vida nueva.
A mi edad nadie pensaría en eso. Ni los planes que trazas desde siempre van hacia esa dirección.
En absoluto.
Y, sin embargo, el nido se vació hace ya tiempo y aunque siempre hubiera parecido mentira. O imposible.
¡Se llenó tanto y me agobié tan proporcionalmente! Pero aquí estamos. Yo en mi (nueva) casa, sin arraigo y pegada a una maleta.
Ellos en sus casas estrenadas con felicidad e ilusiones. Con sus parejas. Con sus perros. Con sus (nuevas) vidas de adulto responsable y buena gente. Unos más de rosa que otras.
A veces pienso en mi vejez. En mi jubilación. En las nuevas etapas que tienen que llegar y están por venir.
¿Dónde estaré?
¿Se preocuparán ellos de mí?
¿Qué sucederá en la enfermedad?
Cuando pienso en eso la vida se viene abajo...