Siempre me han gustado las palabras. Y los juegos. Los juegos de palabras también.
Por ejemplo:
Dentro de un avión, recientemente. Por megafonía nos informan que el avión va a despegar por la pista dos. Despegar. No hace falta mirar la RAE para saber qué significa. Pero es cierto que el avión deja de estar pegado a tierra.
Otro ejemplo (igual de idiota):
Verbo despedir. Dejas de pedirle algo a alguien. Normalmente, un colaborador. Y un día, después de estar implicado al cien emocionalmente con un proyecto, te piden (amablemente o no, eso no es lo importante aquí) que te apartes. Y te despiden.
Más juegos de palabras:
- A-norexia: pérdida incluso normal del apetito. No tienes hambre ese día. Y punto. NO nos alarmemos.
- Depresión. Pues tristeza, esa inicial que da lugar a la otra, a la de verdad y en mayúsculas, que requiere tratamiento y química durante meses.
Creo que he ido pensando algunas más, ahora que practico la meditación en mis largos paseos. Pero se me olvidan (las palabras, no los paseos) y no pienso apuntarlas, simplemente porque son solo estúpidos pensamientos. Pero una necesita dejar la mente en blanco y mirar dónde va a poner el siguiente paso. Y nada más. Eso sucede cuando ver hacia delante no aporta otra cosa más que desasosiego y el único recurso, entre respiraciones rápidas y agitadas por la ansiedad, es el aquí y el ahora...