Hay omisiones difíciles de digerir, como el silencio cuando esperas ruido.
Tambien hay acciones que sorprenden, atrapan y te funden, sencillamente, convirtiendo en líquido las emociones.
Suelen venir acompañadas del efecto imprevisto y atacarte sin previo aviso.
Suelen ser las deliciosas “primeras veces”...
Como, por ejemplo...
Que te saquen a bailar un lento en tu propio salón o irrumpan en el cuarto de baño cuando vas a tomar una ducha después de un largo paseo en bici.
Que te ofrezcan el brazo bajo la cabeza como almohada o te preparen la cena.
También es importante este torpe primer beso en los labios fuera de casa, en la comisura de una enorme sonrisa tímida o que tomen (como si el ejército hiciera suya una nueva plaza, un pueblo, una aldea...) el lado derecho de tu cama y se incrusten boca abajo creando la huella del propio cuerpo, molde.
Las primeras veces de la piel, los olores y los movimientos van a ser deliberadamente obviados, por lo que pudiera ser, por discreción y hasta por confidencialidad.
Sin embargo, que te regalen un beso en la frente, inesperado, dulce y lento, cuando estás distraída mirando al horizonte mientras se pone el sol en la ciudad, el mar a la espalda, eso solo puede hacerlo quien conoce a fondo la magia y sabe bien lo que está regalando: un Momento Nescafé que, además, marca para siempre el banco, la plaza y, probablemente, el Universo (que después de eso solo puede ser distinto y, sobre todo, mejor)...
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