domingo, 16 de agosto de 2020

De fuerzas e indiferencias...

Dónde no hay. De flaqueza y de debajo de las piedras. Ahí buscamos la fuerza cuando falla. Para avanzar, para seguir, para encontrar el sentido de todas las cosas. Para respirar otra bocanada. Para mantenerse en pie.

Hay que estar atentos a las señales, y escuchar los ruidos, los silencios. Los gritos mudos de palabras, la indiferencia, la falta de ganas. El gesto ausente. Todo contiene mensajes que debemos decodificar e interpretar cuidadosamente si hay algo que una. O que separe. A ratos o para siempre.

Llegan reproches acobardados y silencios difíciles. En ausencia de fuerza la gestión deviene sobrehumana y tiende a errar. Y quizá el momento sea complejo para todos los que estamos retransmitiendo [y emitiendo, también] códigos que solo sirven para incomunicar, alejar, liberar terreno. Dejamos espacios vacíos que otros pueden conquistar. Después, los lamentos, el no me valoraste, ahora es tarde, cuándo dejé de amarte, ya nada es igual y alguna súplica entre sollozos que apela una segunda oportunidad. O era la quinta...?

Cuánto cuidados omitimos. Qué cantidad de gestos no practicamos. Qué fácil intentar ver todo con la mirada del otro. Para anticiparse, para interpretar, para reconocer las señales que marcan el camino.

Porque lo contrario del amor jamás fue el odio si no la indiferencia, que a veces se interpreta con la ausencia de contacto, un largo silencio o mil reproches largamente guardados aquí, en la garganta... Que se disparan con la fuerza de un animal malherido y a destiempo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No serás de l#s que creen que intimido y por eso no comentan nunca, ¿verdad? :) ¡¡Venga!! ¡¡Anímate!!