La importancia de la risa, de unas carcajadas, del desenfado y el humor. De ver la vida de otra forma, de una manera distinta, bajo una mirada totalmente diferente.
La del silencio y el avanzar despacio, sin que haga falta hablar, porque no es necesario romperlo, llenarlo de palabras, y sentirse cómoda en el centro de esa nada silente y callada.
La importancia de las cosas importantes como el respeto y la educación, la amabilidad, saber amar y que importas, de alguna forma, a alguien. Y sentirlo.
La de los gestos, las señales, la forma de comunicar todas esas cosas importantes. Las emociones, que nos empujan a tomar decisiones, que se despiertan cuando no hay indiferencia, cuando reaccionamos al menor de los detalles: un silencio, algunas palabras, la risa o la indiferencia.
La importancia de los proyectos, la ilusión, los nuevos mundos, la paciencia y la perseverancia, motores de otros despertares, apertura a etapas recién estrenadas que todavía desconciertan porque no es posible aún calibrar el grado de importancia que anotaremos en nuestro balance, en algún momento, cuando volvamos la vista atrás y nos preguntemos.
Hay cosas tan importantes como dejar una caricia, como de pasada, en el hombro o la muñeca; como besar dulcemente para recordar que persiste la emoción; como llamar para saber únicamente cómo se pasó la noche.
Me quedo con todas esas cosas cruciales...
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