sábado, 10 de octubre de 2020

Cerca de algún mar...

Leo un relato corto que me regalan desde lejos. Es un libro de relatos, en realidad. Digital. Busco el título recomendado con ilusión. Al segundo párrafo mi cabeza se ha ido a dos o tres sitios a la vez y solo se me ocurre dejarlo y reconocer que todavía no soy capaz de concentrarme. Ni siquiera en la lectura.

Me resuenan dos palabras leídas por ahí: “paisajes soñados”. Y pienso en cuáles son los míos, de tenerlos. Suelo fantasear impune y libremente con proyectos, casas, lugares. A la hora de la verdad, de tomar una decisión, me arrugo, me asusto, me fallan las fuerzas y me asaltan los miedos. Paralizada, todo permanece inalterable y en el mismo lugar. Esta sensación de encierro me ha convertido en un ser acobardado [por no decir cobarde, así, con tidas las letras].

Tiendo a pensar que cuando deba ser no me temblará ni el pulso ni las piernas, todo fluirá con facilidad y visualizaré mi paisaje con facilidad, claramente y sin ninguna duda. Cuando reconozca mi paisaje, mi lugar, la latitud, el punto exacto. Cuando venza mis miedos, la falta de seguridad y lo que representa, el temor a errar, a tener que deshacer, a necesitar retroceder. Dolor.

Pero en el fondo sé que hay un lugar cerca de algún mar...

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