lunes, 21 de junio de 2021

Ese miedo infinito que nunca se va...

Recuerdo que antes, hace mucho tiempo, me encantaba escribir tristezas en este lugar. De esas desgarradoras, negras, intensas e impresionantes. Porque impresionaban. 

Hablaba y surgían lamentos de las oscuridades más profundas, derivadas de la duda de seguir viviendo o lo contrario. De los abandonos alevosos y las traiciones más ingratas. De las decepciones y las desconfianzas.

Sé perfectamente que escribía cosas difíciles de digerir, con lágrimas en toda la cara y muchas palabras entre los dedos, tecleando deprisa y a ciegas, sin ver el teclado. Mi público me lo contaba, preocupado por si realmente era una imagen real o pura fantasía.

Me encantaba responder que no se inquietaran ni preocuparan, que yo estaba estupendamente y esto era, solo, una suerte de terapia.

Entonces era en un intento de volcar el dolor mal archivado, incomprendido, inesperado y yo estaba inmersa en una vida alegre, en realidad. Acompañada y feliz, entre planes de combates en cualquier lugar, yendo y viniendo.

Ahora no. Ahora me doy cuenta de que escribo las mismas letras negras de antes, un poco de siempre. Pero en este caso son la foto exacta del momento, sin trampas, sin vida alternativa y alegre, sin felicidades ocultas ni proyectos ilusionantes. 

Solo eso: tristeza, soledad, dolor, abandono. Y fracaso y decepción. Y un miedo que no acaba nunca, que no sé manejar, que se me come cada día a bocados pequeños, que duelen tantos horrores...

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