Me dijiste que ni se te pasaba por la cabeza ser madre porque carecías de instinto materno, que no querías animales, que jamás podrías acostarte con un hombre de nuevo y que nunca volverías a casarte.
También me dijiste que no te plantearías vivir otra vez en un barco, porque era incómodo y otros inconvenientes que relacionaste con cuidado. Fue antes de que te dijera que te quería en mi vida. Y qué mal lo hago, que he vuelto a perder la oportunidad de estar en la tuya.
Las cosas pasan por algo. Y en mi caso pasan por imbécil.
Parece, por estas frases aleatorias que la mente graba porque sí, que somos poco confiables y solemos mutar de opinión, que no se nos puede tomar muy en serio y que mejor disimular que escuchas, cuando alguien se pone en modo grandilocuente, y olvidar todo lo que dicen.
Debe haber otras maneras de construir una nueva vida…
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