No creo en las casualidades. Así que este post, aunque lo provoque el comentario del Anónimo en el anterior, nace del fondo del alma, toca y es procedente. Este lugar ha sido siempre, y eso son muchos años ya, especialemente terapéutico para mi.
Vale. Me gusta jugar y que me reten. No niego ni desmiento. Por tanto, gracias por provocarme, seas quien seas.
Voy a contarte, Anónimo, que hay momentos. Y etapas. Y búsquedas. Y encuentros. Incluso soledades, decepciones y dolores. Alegrías que parecen infinitas y luego duran cinco minutos. Sorpresas y lamentos. Y decisiones grandes como losas.
Una se propone hacer bien las cosas y luego se tuercen los planes. Y una se plantea proyectos y hace castillos y se caen del aire, porque se construyeron y nunca hubo cimientos, probablemente.
Pero asumo que tú todo eso ya lo sabes, ¿verdad?
Dejé de escribir aqui (no en otros lugares, que han seguido escuchando mis risas y mis felicidades y alguna protesta muda y...) cuando decidí ordenarme, dejar de bailar con todas las que me lo pedían, abstenerme de practicar magistralmente (lamento la inmodestia) el arte del coqueteo. Me concentré. Y me centré.
Hay que conocerme bien para comprender el alcance de esa decisión, las tentaciones que debo vencer y el significado del corte de coleta. Pero en fin... esa sería otra larga historia...
Porque, cuando dejé de escribir, había llegado al final del camino y encontré la última parada y me puse a construir un futuro plácido, sereno, reconfortante y maduro. Ilusionante, largo. Compartido y con proyectos que eran pegamento...
¡Aquí tienes la explicación de por qué había dejado de escribir, Anónimo!
Tu turno. Si no quieres aparecer en público, te sugiero que uses el correo que sale en mi contacto, en algún lugar de por aquí. :)
Besos y burbujas.
Sparkling
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