a veces encuentras correos en buzones antiguos, carpetas escondidas, así, como por azar?
Es un azar terrible, porque te lo planta frente a la cara, en la pantalla y una, que es débil, profucdamente débil con las tentaciones, cae de cuatro patas y lo abre.
Y, de pronto, una antigua declaración de amor, una disculpa, un perdón y un te quiero, tan viejos y superados, pero que te retrotraen en volandas a ese día, a ese lugar, a esas lágrimas, también de felicidad.
Simepre hablé de compartimentos estancos. Quienes me leían lo recordarán. Porque mira que me dabáis la chapa con eso. Y mira que a mi me funcionaba como máquina de precisión.
He ido reduciendo esos compartimentos, esos silos y ahora quedan un par, probablemente. Grandes y hermosos, pero he reducido el número sustancialmente. O se ha reducido solo, por el efecto de los fallecimientos, también.
Está siendo un momento de la vida extraño. Estoy baja de defensas y voy pillando todo lo que anda suelto en el aire. Pero este encierro surrealista en un hotel de una capital de provincia de nuestra casa está siendo de guión de cine. O de best seller.
En fin. Experiencias que añadir a la lista y suerte que el avión sale en unas horas...
Nunca mi futuro inmediato había sido tan frágil. Nunca antes me había descomprometido tanto con un proyecto. Nunca antes he sido tan mayor como hoy y me he enfrentado a un mercado tan en crisis para posiciones como la mía.
Sigo valorando, una y otra vez, si me lanzo al vacío y corto la red de seguridad. Y luego pienso que nah, que no puedo, que no me atrevo. Soy cobarde...
Aparte de eso y de muchas nostalgias, pues bien. En escritura atomática, un poco como siempre, por la terapia.