miércoles, 11 de febrero de 2009

He recuperado un microrecuerdo...

Decidiste que las cosas irían muy despacio. Hasta la desesperación, fueron. Nada resultaba previsible y no gobernaba la situación, nunca. Una sorpresa seguía a otra y mi vida se redujo a un montón de añicos, de tanta novedad. Encendiste y despertaste cada uno de mis sentidos y pusiste en alerta todos los mecanismos para su percepción. Tus planes parecían no acabar y tenías el tiempo suficiente para entretenerte inventando nuevas caricias. Otro sinónimo de tortura, al fin y al cabo. Nuestro tiempo era para eso y no estaba limitado. El entorno cuidadosamente estudiado para el estímulo. Luz, velas. Olor a sándalo y limón. una música femenina. Todo a oscuras y en horizontal. Era un esfuerzo salir de esa casa con dignidad, mal disimulando las ganas de volver, silenciando la cuenta atrás de números invisibles que comenzaban a acercarnos de nuevo. Un trámite, la vida, hasta el nuevo encuentro, desde la despedida, en la puerta del ascensor, besando los cristales que ya no transmitían ni el calor ni la humedad de tus labios. Tus labios...

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