Corrió agua abajo. Circuló sobre cada uno de los poros de mi piel. Se derramó mezclado entre el champú y el gel. Atravesó los dedos de mis pies descalzos. Se deslizó, despacio...
Tu olor se ha ido de mi cuerpo. Ya no está. Lo cambié por otro [que carga consigo otras épocas, así que recomenzó otra historia].
Pero no hay manera de sacarlo del recuerdo, donde parece que se ha instalado, por unos días. Probablemente.
Adiós y bienvenido...
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