Ayer estuve en una reunión con un#s treinta desconocid#s (o muy poco conocid#s), sentad#s a una mesa en forma de U, de esas de convenciones, con faldones granate y un aire muy démodée. Lo he superado con la ayuda de mi familia.
La logística de la organización de tal evento consistió en tener preparado un termo de café [a mi no me gusta el café y, por otro lado, suelo acabarme lo que me corresponde; esta vez fue imposible], otro de leche, una jarra de zumo de naranja [o 100% natural o casi; exquisito], una pequeña bandeja con pastas de té [del tipo Surtido Variado de cualquier marca, incluso de las marcas blancas, también] que quedaba fuera del campo visual de los asistentes, con lo cual se consiguió el efecto de que terminara [la bandeja] intacta. Para terminar, la mesa tenía botellas de agua y, cada dos o tres lugares con su silla, un plato pequeño [de los que se colocan debajo de las tazas convencionales] con algunos caramelos de colores envueltos individualmente en papel transparente.
Parecía que mi colega de la izquierda, con quien me tocó compartir platito, competía conmigo por los de anís, que ayer eran de color azul cuasi eléctrico. ¡Qué manera de triturar los caramelos duros para que no se los quitara!
No me gusta que me quiten los caramelos de la boca. Es como ponerte la miel en los labios...
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