jueves, 24 de septiembre de 2009

Conversaciones en silencio...

Sé perfectamente, a estas alturas, que no debería hacerlo. No hace falta que me lo reproches. Pero te prometo que [déjame hablar] la intención era la de mantener viva mi cuenta, una de esas cuentas que una tiene, "su" cuenta, en realidad, para evitar que la devore la inactividad y [por favor, no me interrumpas] quede suspensa en la red eternamente impidiéndome el acceso. Te prometo que he entrado para eso, ya te lo he dicho, pero cuando tenía en pantalla ese paisaje de colores pálidos que antes era rutina diaria, los ojos se han ido directamente hacia su carpeta y, una vez ahi, ya he jugado con las páginas del arcivo, yendo primero a la última y a las siguientes después. No, no las he leído todas porque eso daría para un par de días en jornada intensiva pero sí he abierto los primeros en el tiempo. Luego han venido los últimos, todos míos, porque de repente le dio por no dejar rastro escrito en evitación de reproches mayores, supongo. Después, sus palabras en suspensión, ya me han desconcentrado y por eso te he llamado, quizá para que me digas que no vuelva a hacerlo, quizá porque solo tú conoces toda la historia y puedes escucharla pacientemente, a pesar de las constantes interrupciones, que no me dejas hablar. De acuerdo, intentaré no seguir pensando en ello. Mierda de relación. Es que una no puede levantar cabeza sin que la persigan hordas de fantasmas, ¿eh? Te prometo que el mal cuerpo que sus correos me han dejado, otra vez, me va a costar de arreglar. Ni el gimnasio me va a devolver las entrañaas al sitio, verás... Sí, sí. Nos veremos pronto, aunque sea en mi casa y cenamos algo rápido... Pronto, si. Gracias, como siempre. Por estar ahi. No sé qué haría sin ti...

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